miércoles, septiembre 02, 2020

Llega la edad de las Tyrell Corp.



Si China fuera una democracia en la que su predominio mundial no supusiera otra cosa que el relevo del poder americano por el asiático, no tendría yo nada que decir.

La Humanidad es la familia de los hijos de Adán, puestos sobre el suelo que Dios nos ha dado. No creo que un europeo tenga más dignidad o más capacidad que un asiático.

El problema es que la evolución de ese cruel régimen de sátrapas asiáticos es una seria preocupación para cualquiera que tenga una visión que vaya más allá del aquí y el ahora. El modo de actuar crecientemente opresivo de esa dictadura resulta impresionante. ¡En solo siete años! Su cabeza solo lleva siete años en el Poder. En siete años, parece que hayamos retrasado los relojes una generación.

Son tantas las personas que llevan años viviendo en China, que hablan chino, que están establecidos en ese país y casados con mujeres chinas, tantas han regresado hablando discretamente de la propaganda estatal contra los occidentales, propaganda lanzada desde el aparato del Estado y que va calando en la población.

En cuestiones geopolíticas yo soy muy poco intervencionista. Considero que para casi todos los problemas que tienen que ver con naciones soberanas es mejor dejar que pase el tiempo. El tiempo suele solucionar la mayor parte de los problemas. Ahora bien, desde un punto de vista económico, el problema es precisamente ese: que no hay tiempo.

Si la economía pudiera visualizarse como un territorio, sería sorprendente hasta qué punto se ha producido una invasión. Lo que ha ocurrido con China no ha sido una colaboración, un comercio justo, un intercambio beneficioso para las dos partes. Se ha tratado de una invasión pura y dura. 

Solo una miopía perfecta y falta de principios morales de los jefes de Estado occidentales ha podido permitir semejante vampirización. El mayor problema que tiene ahora mismo el planeta es esa macrodistopía que sigue creciendo día tras día.