sábado, junio 19, 2021

El libro como objeto entrañable


Ayer, por pura casualidad, sin yo buscarlo, puse la televisión y me entero de que, en España, 14 000 personas han invertido en bitcoin. ¡14 000, solo en España!

Por eso querría decir algo más sobre el tema ya que los periódicos por razones completamente espurias han dejado de advertir a la población. Y es que he visto noticias acerca del bitcoin, incluso en uno de los más prestigiosos periódicos españoles que eran una vergüenza: el entero artículo no era otra cosa que un anuncio pagado revestido de noticia.

Supongamos (y eso es imposible) que el bitcoin ofreciera las mismas prestaciones que una verdadera moneda. ¿Preferiríamos que algo tan delicado como una moneda fuera gestionada por un grupo de desconocidos que buscan su beneficio personal a que fuera gestionada por los representantes del Pueblo, para beneficio de la colectividad, como es ahora? ¿Es que alguien ve algún beneficio en ello?

La divisa nacional, cualquiera, da inmensos beneficios al país, aunque sea pequeño. El euro, por ejemplo, produce billones de euros de beneficio a la Unión Europea. ¿Sería preferible que ese beneficio fuera a parar a bolsillos privados en vez de a la comunidad?

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Alguien dirá: “Libertad, libertad, que use el bitcoin el que quiera”. No hay ningún problema en ello mientras sean cuatro gatos los que usen esa pseudodivisa. Pero el día que en que esa falsa moneda alcanzara gran volumen, cuando caiga (y no hay duda de que acabará cayendo), arrastrará parte de los ahorros de millones de personas y se produciría un efecto de bola de nieve cuyos efectos destructivos se multiplicarán más allá de los incautos que invirtieron en ese humo. El dominó que tendrá lugar afectará a negocios colaterales, a personas que para nada quisieron verse involucrados en esa aventura de codicia sin fundamento.

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Algunas empresas como Amazon o Google podrían algún día sacar alguna “moneda”. ¿Qué única ventaja podrían incorporar frente a una moneda verdadera? La única sería ofrecer descuentos si compras en su “moneda”, no hay otra ventaja ni la puede haber.

Una megaempresa de ese tamaño impresionante sí que ofrecería una cierta estabilidad a su “moneda”. Pero, de nuevo, la pregunta: ¿preferimos que los beneficios del acto de crear moneda vayan a parar a bolsillos privados en vez de que reviertan en el bien común?

Se mire por donde se mire, las nuevas “monedas” no ofrecen ninguna ventaja frente a las verdaderas monedas de curso legal. Sinceramente, si hubiera una sola ventaja, un solo beneficio, lo hubiera señalado aquí, por honestidad, pero no lo hay.

Alguno dirá que ofrecen rentabilidad. Sí, cualquiera puede invertir en lo que sea. ¡Pero no se puede invertir en aire! Cuando uno invierte en bolsa, detrás de esas acciones hay supermercados o una empresa que fabrica automóviles. Cuando uno invierte en bitcoins, lo que hay detrás de eso son solo unos números en un ordenador. ¿Solo eso? Sí, solo eso, nada más que eso. Eso es lo impresionante de lo que, desde el principio, ha sido una simple operación de propaganda.

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Algunos ignorantes no tienen vergüenza al decir delante de una cámara, a cara descubierta, que lo bueno del bitcoin es que está descentralizado, que es algo favor de la libertad, que es de todos y que yo envío el dinero de aquí para allá con total libertad, en el momento.

Probablemente, los que ofrecen esa última razón desconocen que se puede enviar dinero, con monedas reales, a cualquier lado con total libertad desde cualquier teléfono. Pero, eso sí, con control del Estado. Sí, queridos amiguitos del bitcoin: ¡existen las transferencias bancarias desde el teléfono!

Los palurdos del planeta creen que bitcoin significa libertad. Menudos memos.

Bueno, yo ya lo he dicho y lo que me parece trágico es que un presidente haya metido a todo su país, a la fuerza, en ese negocio de aire. En mi vida, he visto muchas acciones inmorales con el dinero. Pero esta me parece que marca un nuevo hito. Ahora solo queda sentarse y esperar el duro aterrizaje estrellándose contra la realidad.