lunes, octubre 18, 2021

La foto es de Göreme, Turquía

 

Lo primero de todo que quiero deciros es que os agradezco todas las felicitaciones que me habéis mandado por mi cumpleaños. Sí, desgraciadamente, tengo 53 años de edad, me siento muy viejo y el cuerpo se haya en un estado de predescomposición cada vez más acentuado. Al menos, Gregorio Samsa se transformó en cucaracha de golpe. En mi caso, La metamorfosis va avanzando lentamente.

No os he contestado en los comentarios de felicitación porque estaba de viaje. Ayer llegué de una peregrinación siguiendo los pasos de san Pablo en la Anatolia en Turquía. Sí, ya sé que siempre me quejo de los viajes. Pero no os fieis de los que despotrican siempre de algo. Podemos ser amigos secretos de nuestros peores enemigos.

El 8 de octubre, viernes, partimos hacia Estambul. Por fin pude pasear por la antigua Constantinopla. La capital del Imperio oriental tantas veces leído, tantas veces imaginado. Para los que como yo hemos sido tan amantes del Imperio romano, el Imperio bizantino siempre ha sido un capítulo algo desconocido, turbio y envuelto en nieblas. Las nieblas de nuestra ignorancia.

Desde la educación secundaria, leímos, tradujimos, valoramos estatuas, examinamos cuidadosamente los dibujos de los edificios, los detalles de los mosaicos, pero siempre era de la época aurea de Roma. Ah, aquellos libros mil veces hojeados y estudiados. Yo no subrayaba. Ese respeto tan grande al libro. Había que transmitirlo intacto. Jamás doblé una esquina para saber dónde me había quedado. Ahora, sin el menor cargo de conciencia, van al contenedor azul para que sean reciclados.

Bueno, seguiré mañana contando el viaje.