jueves, noviembre 04, 2021

He regresado de Paraguay

 

Estoy recién llegado de mi quinto viaje a Paraguay. Han sido casi dos semanas de viaje. Solo pude “descansar” dos días de mi largo viaje en Turquía, pero ni estaba cansado de mi primer viaje ni lo estoy del segundo. Si ahora tuviera que hacer las maletas para un tercer viaje con dirección a Japón lo haría con gusto.

No tengo alma de viajero, amo las rutinas de mi casa, de mi ciudad, de mi trabajo pastoral; pero no me estresan los viajes. Y os aseguro que no es lo mismo dejarse llevar de un viaje que estar dando charlas cada día. Hubo algún día de tres charlas de una hora más el sermón de la misa. A eso hay que incluir el viaje al lugar, a menudo en el mismo día; viaje de ida y de vuelta. Y el estar rodeado de gente acabadas las charlas, algo que incluye la comida del mediodía. Y peor si uno va vestido con sotana en medio de una temperatura subtropical. A mí eso no me afecta, pero entiendo que a algunos predicadores este continuo estar rodeado de gente les canse psicológicamente. Insisto, no es ese mi caso.

No es fácil resumir bien medio mes de estancia en Paraguay. El afecto de la gente. ¿Cómo describir el cariño de la gente que me ha escuchado en la distancia o me ha leído? Me encanta bendecir a las personas. Tampoco me extraña que algo sobrenatural ocurra en esas bendiciones. Si algo ha ocurrido, ha sido por la fe de ellos. La inmensa fe de las personas sencillas, en verdad, obra milagros.

He grabado muchas de esas charlas. Todas aquellas que tengan un audio aceptable las colocaré en mi canal. De manera que podréis escucharlas.

No quise casi firmar libros. Dedicar un libro no lleva demasiado tiempo, pero escribir cuatro líneas en muchos libros sí que lleva tiempo. No pude acceder a esa petición. Pero en Paraguay deben correr infinidad de selfies: individuales, en grupo, en serio, en broma, haciendo caras.

Lo más reseñable de este viaje fue la familia con la que me hospedé. Siempre respeto la intimidad de las personas, así que no mencionaré nombres, pero la esposa de la casa era una gran matriarca que ejercía su bondadosa influencia sobre todo un extenso clan. En un almuerzo o en una cena normal estábamos sentados a la mesa unas nueve personas; algunos días, el doble. Hijos, nietos, un bisnieto. Su bondadoso marido, algo mermado en su memoria por la edad, me quiere mucho las dos veces que me he hospedado en mis últimos viajes.

Me quiere mucho, más de lo que merezco, incluso el servicio de la casa. Entre ellos no puedo dejar de mencionar a la joven, bella, inteligente y servicial Leticia.

No voy a mencionar a nadie más por su nombre. Pero sí que haré una graciosa referencia a la persona que me llevó la agenda esos días. Con el tiempo descubrí que es una fan de Mickey Mouse y que siempre viaja a todos los hoteles con su almohada. (Esta era una costumbre del político Fraga Iribarne.) Este tipo de curiosidades hacen a las personas más humanas, más simpáticas.

En mis viajes no suelo publicar fotos con personas, a pesar de estar siempre rodeado de gente todo el día. Si ellos quieren publicarlas, me parece muy bien. Pero prefiero pasarme de prudente al proteger la intimidad de la gente. Pero el mono tití de mi hombro no tuvo ningún incoveniente.

Mañana contaré mi viaje a las Cataratas de Iguazú.