sábado, agosto 13, 2022

Asuntos sobre los que leo y reflexiono

 

La foto es la página final de la constitución española. No pensaba escribir ni una palabra más sobre las constituciones. Pero me resisto a dejar el tema, porque cuántos son los sufrimientos que provoca una mala carta magna. Los curas hablamos de los pecados. Pero un texto constitucional deficiente puede ser causa continua del triunfo de la codicia, de la inactividad endémica, de abusos del Poder, de abusos de los más ricos.

Y no me estoy refiriendo a constituciones de pacotilla, aquellas creadas como mero escenario de cartón piedra para un tirano; sino de aquellas que sin mala voluntad de los padres constitucionales (pobrecillos, no dieron más de sí) son textos averiados, textos que son causa de remolinos, de puntos ciegos, de conflicto endémico.

En una constitución ideal para el siglo XXI, no estoy nada a favor del sistema norteamericano de contrapesos, el famoso check and balance. Es un sistema que se presta a la parálisis del entero mecanismo.

Por supuesto que una división de poderes que cree cámaras estancas en las que sus miembros se eligen por cooptación, antes o después, se corromperá.

En mi libro La decadencia de las columnas jónicas expuse la que, a día de hoy, me parece la mejor opción: cámaras independientes en las que los miembros de cada una son escogidos de por vida y por consenso por la cámara precedente. Mantengo una latente esperanza de que la constitución forteniana algún día sea el texto jurídico que rija los destinos de los venezolanos en la época post-Chávez. Tal como lo está haciendo Boric, no descarto que mi constitución algún día se implante también en un Chile post-Bóric para poner punto final al engendro constitucional que ese señor está gestando. Ese proyecto de Boric me recuerda a la serie V. En la que tras nueve meses de gestación lo que salió del vientre de la madre fue un lagarto con ganas de morder a todos.

La constitución española también tiene sus defectos, aunque muy menores si nos comparamos con otros desgraciados pueblos. Ya he comentado extensamente esos defectos. Pero una carencia que no había comentado nunca es que en el futuro, no ahora, el Tribunal Constitucional podría convertirse en la cuarta instancia que sirviera para anular cualquier sentencia que no le agradase a un partido hegemónico en el congreso con poder para copar los puestos de esa institución.

Hasta ahora el Tribunal Constitucional ha estado y está formado por jueces independientes de indudable capacidad. Pero si un partido (o coalición) lograra hacerse con ese tribunal, y no tuviera pudor, podría hacer de su capa un sayo. Este es un punto que debería haberse trabajado más en la constitución, lo mismo que la elección de miembros del Consejo del Poder Judicial.

Pero por esas razones y otras muchas (ya expuestas en otros posts) se puede afirmar que los padres constitucionales dejaron unas cañerías que funcionan, pero cuyos recodos era más que previsible que producirían goteras y atascos. 

La voluntad de nuestros padres constitucionales más fue la de lograr un consenso político que de pensar en todos los escenarios posibles futuros.

El cortoplacismo al escribir una constitución es siempre un fallo grave. La lista de goteras en nuestra instalación es mucho más larga. Pero, bueno, dado lo que se reunió alrededor de la mesa de negociaciones, podemos hasta dar saltos de alegría.