martes, agosto 02, 2022

Qué inmensa dignidad es la que posee un obispo

 







Creo en el poder de la bendición sobre los objetos. Cuando el sacerdote bendice, algo viene del cielo, desde Dios, hasta ese objeto. El anillo de un obispo, después de ser bendecido, pasa a tener un algo. Ese algo no es material, es una sacralidad que se une a esa materia.

El anillo de un obispo debería ser bendecido cuidadosamente. Nada impide que el obispo se lo dé a un sacerdote para que lo bendiga no solo con las oraciones del ritual, sino con más bendiciones; incluso que haga alguna bendición durante varios días. A mi entender, nada impide que el sacerdote derrame unas gotas de santo crisma sobre él, o que enteramente lo recubra con ese aceite consagrado.

Un bonito anillo suele ser un símbolo muy bello del poder y la autoridad episcopal. Yo aconsejaría que cada anillo nuevo se entregara a un santo sacerdote, uno de los mejores de la diócesis, para que lo tuviera en su poder una semana, y cada día hiciera alguna breve oración sobre él. Para que todos los fieles al verlo sintieran la grandeza de ese rango episcopal.

Los anillos que suelen llevar los obispos todos son muy bonitos, todos. Todavía no he visto un anillo feo. Unos son más sencillos; otros, más elaborados; unos, metálicos; otros con una piedra; pero todos muy dignos. Lo mismo digo de las cruces pectorales. Todavía no he visto a un obispo con una cruz fea.

Cada nuevo anillo episcopal yo se lo entregaría a un convento de religiosas para que lo tuvieran una semana. Que lo llevara, colgado del cuello, debajo del hábito, un día cada religiosa. Que lo besara, que lo tocara. Y eso con la intención de que esas almas santas enriquecieran con su contacto esa insignia episcopal. A las religiosas no les doy la mano salvo que ellas me alarguen la suya. Sigo la norma de que a las religiosas debo saludarles con la cabeza, pero estoy seguro de que sus manos desprenden la santidad de sus almas. Una esposa de Cristo, llena del Espíritu Santo, desprende un algo de ella misma, sin pretenderlo.

Una es la bendición del sacerdote con su poder del sacramento, y otra cosa distinta es el efluvio de santidad que una religiosa derrama sin ella saberlo.

Un anillo que sea muy bello y muy bendecido debería quedar en poder de la diócesis para que pasara a su sucesor, y así siglo tras siglo. Unos anillos más sencillos para llevarlos ordinariamente. Otros, preciosos, para ser llevados durante la liturgia.