martes, diciembre 13, 2022

Una crítica que me duele hacer

 

Voy a hacer una crítica del proyecto egipcio del que hablé ayer, y creedme que lo hago con pena porque me gustan los proyectos urbanísticos ambiciosos. Además de que tengo un buen concepto del actual gobernante de ese país; eso sí, reconociendo lo poco que conozco de él, lo cual hace que mi juicio sea provisional.

♣ ♣ ♣

Primer problema: el presupuesto

Todo gran proyecto debe basarse en el realismo. Francamente, creo que la pobreza de la gente sencilla del país reclamaba un gasto más reducido. Un gasto así plantea una lógica reprobación ética. Y no solo es la cuestión ética, sino también la financiera: considero que es un presupuesto insostenible en sí mismo.

Hubiera sido preferible empezar con algo diez veces más modesto y que fuera creciendo paulatinamente. Un presupuesto que hubiera sido de mil millones de euros anuales no habría sido poca cosa, y aun así habría seguido siendo muy grande; pero ese sí que habría sido perfectamente asumible para las arcas del Estado.

♣ ♣ ♣

Segundo problema: la amplitud

Considero que el proyecto norteafricano ha caído en el mismo error que Brasilia: un exceso de espacios libres que convierte a la capital en un panorama de dispersión, una sucesión de edificios aislados. Carece de aspecto unitario, orgánico.

La nueva ciudad ya, desde el principio, parece no tener alma. No es un espacio constructivo que genere una unidad natural. Se trata de un urbanismo sin corazón. Manhattan sí que consiguió eso. Washington D.C., no. Las polis griegas, sí; las urbanizaciones (suburbs) de Estados Unidos, no. Londres tiene varios centros que dotan de alma a la ciudad; Los Ángeles nunca ha logrado eso mismo y ha quedado como una mera y aburrida acumulación de barrios residenciales. Umberto Eco decía de ella que cuando estabas en esa ciudad, tenías la sensación de que todavía no habías llegado y te seguías moviendo para llegar.

Quebec, Boston, han logrado ser ciudades armónicas que han generado belleza en sus calles. Otras ciudades de esos mismos dos países mencionados y siendo tan modernas como Quebec y Boston no han logrado generar calles bellas, ni que sus ciudadanos se sientan parte de esas ciudades, se consideran meros moradores.

♣ ♣ ♣

Tercer problema: la estética

Hubiera sido deseable un proyecto que estuviera más enraizado en la tradición estética egipcia. La nueva capital carece de sabor patrio en un país que precisamente se caracteriza por haber tenido una estética propia como pocas en la historia.

Además, los edificios de la nueva capital son de una estética muy ordinaria. La acumulación de edificios ordinarios no convierte a la suma en extraordinaria.

♣ ♣ ♣

Cuarto problema: algunos detalles

Este era un proyecto que pedía a gritos una concepción que convirtiera a la ciudad en algo esencialmente peatonal; o que se concibieran los edificios para resguardar del sol de algún modo imaginativo. No sé, tal vez calles peatonales estrechas que estuvieran a la sombra (como tantas en el norte de África y el sur de España), o lonas cubriendo los espacios superiores entre esas calles (como se hace en varias calles de Madrid en verano)… No sé, cualquier cosa, algo nuevo, imaginativo. Lo que no me esperaba era trasplantar una arquitectura foránea a ese clima sin más, como si el mismo edificio pueda estar en Francia o en el desierto.

♣ ♣ ♣

Unas últimas consideraciones

En mi proyecto personal de Monclovia, me di cuenta de que más grande no significa mejor. Los grandes edificios de mi proyecto tenían diez pisos de altura, como máximo el edificio del congreso podría tener quince pisos de altura, pero ni esa altura la vi del todo clara. La genialidad de un edificio no radica en el tamaño, sino en las proporciones, en sus líneas y volúmenes.

Hay edificios que tienen que ser grandes por su propia naturaleza. Pero hay otros edificios que se han sobredimensionado sin ninguna necesidad. Las capitales escandinavas son estupendos ejemplos de urbanismo óptimo. Las cosas grandes generan problemas grandes.