miércoles, enero 04, 2023

La puerta al interior de 60 o 70 años de vida

 

Un género que he disfrutado muchísimo en el pasado es el de las autobiografías. Si alguno me puede proveer el link para descargar el PDF de alguna que sea muy buena, se lo agradeceré. Se lo agradeceré mucho. Incluso rezaré tres rosarios por él. (Esto último debe ser visto como una hipérbole jocosa).

No me apetece leer una biografía más, sino algún libro que sea deleitoso por su detallismo al describir un ambiente, un trabajo o un lugar: Memorias de África, En el corazón de las tinieblas, Ébano… O un libro que sea una verdadera confesión, un alma que abre las puertas de su interior. Qué decir de las anotaciones finales respecto a santa Teresa del Niño Jesús, guardadas durante muchos años en el convento, con expresa consigna de que no salieran a la luz; o las páginas sueltas del diario personal de san Ignacio de Loyola.

Me gustan más las biografías del poder. Aquellos hombres ya retirados que cuentan qué sucedió en la cumbre del ejercicio del poder, en aquellas salas de reunión donde se tomaron las grandes decisiones: Europa entre bambalinas de Schmidt es mi favorita, también me gustó El hombre sin rostro, la autobiografía del director de la Stassi.

Me aburrió A la búsqueda del tiempo del perdido, por más que he abordado esa novela unas cuatro o cinco veces. Aunque solo vi la película, Memorias de una geisha me pareció un poema. Dígase lo mismo de El último emperador, una excepcional película que profundiza en el alma del personaje. Lo mismo se puede decir de Lo que queda del día, la vida de un mayordomo y todo el mundo que gravitó alrededor de él están pintados de un modo que deja atónito por su belleza. Picasso de James Ivory, otra formidable obra. Ed Wood de Burton. Nixon de Stone. Matrimonios, os estoy ofreciendo una lista para vuestras tardes de sábado o domingo.

A ver si, por piedad, me conseguís algo en PDF. Ya leí la autobiografía de Neruda (regular), la de un matemático indio, la del masajista finlandés cuyo paciente fue Himmler. Rayuela, genial.

Las vidas de santos que han desfilado por mis manos es larga. Odio las vidas de santos demasiado santos. Me gusta leer las vidas de santos un poco pecadores; es una pena que no haya vidas de santos muy pecadores (es broma).

En general, os aseguro que las biografías de los pecadores suelen ser mucho más divertidas que las de los impecables frailes o las de los laicos con madera de santo. Sin duda la culpa es de sus hagiógrafos. Piensan que hay que soslayar todo aquello que no está a la altura. También piensan que soslayar quién del clero les atacó y cómo lo hizo hay que silenciarlo por caridad. Esa caridad es malísima para la literatura. Si quitas todo lo interesante, solo te quedan los éxtasis. La vida perfecta es la receta perfecta para el aburrimiento. Por lo menos, a manos de un hagiógrafo convencional lo es.

Con el cardenal Newman no pude, no pude con su Apologia pro vita mea, que me perdone, pero ¿se puede escribir de un modo más tedioso? Y no le escribió nadie el libro, se bastó a sí mismo.

La lista que ofrezco, por supuesto, no es exhaustiva. Una vida leyendo da para mucho. Me he asomado a muchas existencias, la de Schmidt ha sido para mí la autobiografía más fascinante. 

Mi vida ha sido una existencia entre los libros y los demonios, entre Dios y los obispos, una vida alrededor del Árbol de la vida, una vida recorriendo la Biblia mientras pastoreaba parroquias. Una vida viendo morir en el hospital, una vida a la espera de la Jerusalén del cielo, mientras escribía sobre el infierno. Perdono a todos mis enemigos, que han sido muchos y muy buenos.