Sin duda, algún sacerdote de la prelatura del Opus
Dei, al leer mis pasados posts, habrá pensado que lo que se diga en un blog no
tiene mucha importancia. Que lo que realmente importa es lo que se dice en un
artículo de una revista de teología o en un libro.
Como sé que alguno que otro piensa así, a la vieja
usanza, me gustaría decirle que ayer en el blog entraron 6.288 personas. Por si
alguien se pregunta si ése es el número normal de entradas, diré que las
páginas de este blog leídas en los últimos 30 días son 140.190. Téngase en
cuenta que hace años una edición normal de un libro era de 2000 ejemplares. Y
ahora muchas son de menos de mil. Este humilde blog, ya tiene, para empezar,
1700 subscriptores fijos.
Digo esto, porque, honestamente, me gustaría que me
hicieran un poco la pelota. No pocas veces, se invita a un cardenal a dar una
conferencia a la que asisten cien personas, le invitan a cenar, le enseñan la
ciudad y le pagan el viaje. Mientras que al pobre escritor al que le leen
mensualmente, como media más de 140.000 personas le desprecian cuando pide una
cita para pedir consejo sobre algún asunto. No diré nombres, pero no hablo por
hablar: el pecado... no el pecador.
Digo esto no por regodearme (aunque también un poco), sino porque todavía se sigue pensando que un
artículo en un blog es poco menos que un divertimento,
y que lo que realmente influye e importa son los medios en papel: en papel y
tinta.
Para bien o para mal, estos articulos rebotarán en
las mentes de los lectores durante meses. Me quedo con la tranquilidad de
conciencia de que sé que me puedo equivocar, pero son asuntos sobre los que he
estado reflexionando durante años, aunque sólo ahora me haya animado a
escribir. Intento escribir con una continua sensación de que debo ser muy
responsable, de que no puedo hablar al tuntún. No puedo hacerlo cuando cada
artículo equivale a cuatro o cinco ediciones de un libro de teología. Puedo
equivocarme, pero no escribo lo primero que se me ocurre.
Hoy iba a argumentar justo en sentido contrario al
de los días pasados. Es decir, me gustaría valorar las razones contrarias a lo
que he dicho hasta ahora: razones a favor de la existencia de la prelatura y de
que su superior sea un obispo. Sea dicho de paso, no voy a repetir las razones
que se esgrimen en la Universidad de Navarra o en la Santa Croce. Van a ser
otras razones que me convencen más.
Eso sí, nunca me gusta cansar a mis lectores. Así
que tendréis que esperar a mañana. Una última cosa, he tenido mis traspiés con un
cierto número de sacerdotes del Opus Dei. Pero siempre he distinguido entre las
personas y la institución. Sé valorar muy bien lo que son actuaciones desafortunadas
de las personas, frente a todo el bien que hace la prelatura. Lo que he visto me
ha llevado a afirmar con toda claridad que considero que es, tal vez, la institución
que más bien hace a la Iglesia.
Incluso diré, si me permitís una broma, que no conozco
una prelatura personal más buena que ésta.
Además, no creo que sea verdad todo lo que se dice en
El Código da Vinci. Por lo menos, no creo que el albino sea un albino auténtico.
Post Data: Sí, lo reconozco, he puesto la foto más rara que he encontrado del Fundador del Opus Dei. ¿Qué hay dentro del bote? ¿¿Una rana??