Os pongo las fotos del sello que cierra la estancia (situada dentro de la clausura del convento) que simboliza el sepulcro de Jesús. Os confieso que hoy he tenido una mala noticia que me ha entristecido. Como tantas veces, este tipo de tristezas provienen de cuestiones personales. Con gusto contaría aquí este tipo de espinas que se clavan en nuestra alma, no son cosas del otro mundo, pequeñeces: a veces la ingratitud, a veces sentimientos más lamentables. Pero por respeto a las personas involucradas, este tipo de asuntos no los comento.
Pero me pregunto por qué
las personas no podemos hacernos la vida si no más agradable, al menos sin el
vinagre de lo desagradable. ¿Qué lector de los míos no ha probado ese vinagre? Es
algo inherente a la vida humana, a las relaciones entre nosotros: celos,
envidia, maledicencia, juicios, odio.
Aunque me gustaría
contároslo, me limitaré a decir que mi último mes ha estado jalonado de muchas
de estas dolorosas espinas. Y en el fondo de todo, como siempre, tonterías,
cuestiones de ninguna importancia. También la I Guerra Mundial comenzó porque
Serbia no permitió a oficiales austriacos que fueran ellos los que llevaran la
investigación del archiduque. Lo que sucede entre las naciones tiene su
equivalente entre los humanos de a pie.
Cuando me muera y me
presente ante Dios, desde luego no se me ocurrirá presentar mis buenas obras:
todas me parecen modestas. Tantos las hacen mayores y hasta heroicas. Lo único
que sí que me atreveré a decir es: No he querido hacer sufrir a nadie en mi
vida.