Desde que
era seminarista, tuve la ilusión de tener una cruz grande en el salón de mi
casa. Fue una idea que me acompañó a lo largo de los años. He contado a mis
amigos como esperé, durante años, a poner esa cruz. Ninguna de las que veía me
convencía. Hasta que un día los hechos se conjugaron para indicarme que una era
la cruz perfecta.
Después,
busqué otra cruz para el altar donde celebro misa. Para mí el crucifijo ante el
que voy a celebrar cada día es algo importantísimo. Tenía que ser una imagen que
me diera mucha devoción. Finalmente, conseguí una que me ayudó muchísimo a la
celebración de la eucaristía.
El problema era
que la cruz del altar (que era posterior) me gustaba más que la que tenía en
casa (que era anterior). Así que, la semana pasada, por fin, puse la cruz que
creo que será la definitiva, si hay algo definitivo en este mundo: estoy seguro
de que no. En fin, esta cruz será todo lo definitiva que pueden ser las cosas. Os
pongo las fotos debajo.
Pongo las fotos no por vanidad, sino para animar a mis hermanos sacerdotes a que pongan crucifijos en el altar que les sean una ayuda grande para el sacrificio de la santa misa. A mí esto y un buen misal me ha ayudado muchísimo.