Aunque este tema de las pequeñas cuestiones
hospitalarias podría alargarse, he decidido que este será el último post.
Primera cuestión
Un problema que se plantea a los capellanes que viven
en ciudades es qué hacer con los guantes cuando se han usado para ungir a
alguien. Los algodones con los que un sacerdote se limpia los dedos tras la
unción (en el bautismo o en la unción de los enfermos) se guardan en la
sacristía y después se queman. Tirándose la ceniza a un jardín o a la basura.
El problema es que no es lo mismo quemar unos cuantos
algodones que varias docenas de guantes cuando el sacerdote vive en un piso y
no tiene ningún jardín donde hacerlo.
En esos casos, lo mejor es depositar esos guantes en
el recipiente que hay en la habitación con objetos que van a ser incinerados.
Mejor sería incinerar esos guantes aparte, pero no resulta indigno hacerlo con
las demás prendas. El final para esos guantes, la incineración, es digno. Mientras
que sacar de forma habitual guantes con bacterias resistentes es un problema:
no solo por la cantidad, imposible de quemar en un piso, sino también por
cuestiones sanitarias. Sin escrúpulo, el sacerdote puede obrar de esa
manera.
Segunda cuestión
Ya he dicho que, en cualquier parroquia, los algodones
usados para limpiar los dedos tras una unción lo normal es quemarlos. ¿Por qué?
Para no arrojarlos con la basura. Es un modo de honrar ese sacramental.
Ahora bien, en un hospital, el número de algodones
usados puede ser bastante alto. Y en un piso no es posible quemarlos con
facilidad. Resulta posible en un balcón, pero es algo que llamaría la atención de
los vecinos. En mi hospital hay una unción cada tres días, como media.
¿El sacerdote puede limpiar su dedo índice,
discretamente, en el borde de la sábana, por ejemplo, cerca de los pies de la cama?
En mi opinión, sí. Se puede hacer eso sin caer en un desdoro a esa materia sacramental.
Esas sábanas serán lavadas de un modo digno. No se mezclan
con la basura. Me estoy refiriendo a la unción dada a personas sin bacterias
resistentes.
Pienso que limpiarse el dedo en esa sábana limpia que
después va a ser lavada es un modo que no afrenta a la dignidad del sacramento.
Mejor sería usar algodones y reservar esos algodones. Pero, en un hospital, la
cantidad al cabo del mes puede ser lo suficientemente grande como para ser un problema
quemarlos en un piso. Usar una tela que va a ser lavada de un modo industrial
pienso que se asimila a la incineración. No veo gran diferencia entre quemar un
algodón o lavar una tela.
Tercer caso
¿Qué hacer con el agua tras lavar los purificadores?
Esto no sería necesario explicarlo. Pero, para que quede completo este apartado,
lo menciono. Los purificadores, corporales y manteles del altar se introducen
en un balde de agua. Se lavan a mano, sin jabón, en esa agua. El agua se puede
depositar en macetas si la persona que los lava vive en un piso. Mejor es
repetir la operación y obrar con la segunda agua de la misma manera. Después
del segundo lavado sin jabón, ya pueden lavarse normalmente echando el agua por
el fregadero.
Yo incluyo también en este grupo de telas al velo del
cáliz si hubiera de lavarse. Pues el velo entra en contacto a menudo con el
purificador al final de la misa.
Si una casulla o cualquier otro ornamento litúrgico se
ha de desechar, debe quemarse. Lo ideal será enterrar las cenizas en un jardín de
la parroquia, pero pueden arrojarse a la basura si se careciera de este.