sábado, marzo 07, 2020

Estoy feliz como estas monjas. Corrección: como la primera de ellas.



Estoy de contento por haberme sacado de encima esos kilos de más. 
Durante los meses pasados, he logrado quitarme ese cojincito adiposo que llevaba pegado a la tripa. En su peor momento, más que un cojín, parecía un abrigo de grasa. Pero eso ya es historia.

Yo aquí dando la impresión de ser un bon vivant y en realidad era un mal vivant. Cuánto ascetismo. Lo malo de la humildad es que no se puede presumir de ella. Pero sí, todo ha sido mérito mío.

Los que me conocen saben que soy uno de los hombres más ascéticos del mundo, pero no hago gala de ello. Aun así, la lucha ha sido dura. O, mejor dicho, habría sido dura si no hubiera estado tan dotado de fuerza de voluntad. Menos mal, porque (como dijo otro) estuve a dos kilos de que Greenpeace me protegiera.