¿Qué hacer si uno se encuentra con el paciente así o con dos pacientes así? Lo primero es encontrar la cabeza o cabezas. A ser posible, a la mayor brevedad posible.
Para mi libro de san
Pablo, hoy he empezado a leer un libro francés me regaló una persona cuando se
enteró de que estaba escribiendo esta obra, pero que no tiene ninguna relación.
El libro cuenta el itinerario del autor (francés) en su búsqueda de la verdad
en materia religiosa. Tiene una parte relativa a san Pablo. Pero no me aporta nada.
Después, he comenzado a
leer la obra del premio nobel Naguib Mahfuz Hijos de nuestro
barrio. Lo he hecho por ambientarme en las calles de una ciudad oriental. Pero
nada, el libro tampoco aporta mucho y como novela la veo poco interesante.
Por último, he leído (de
este mucho más) otra novela histórica de un autor que no voy a revelar porque
es muy posible que, antes o después, me encuentre con el autor aquí en Madrid. La
novela se ambienta en Judea en el siglo I. Pero no aporta nada su lectura: ni a
nivel literario ni a nivel histórico.
Hay novelas que no valen
mucho en su aspecto estético, pero usan un filón de datos recogidos de un
archivo (es el caso de Yo, el rey) o hacen una magnífica síntesis de los
hallazgos de grandes autores (el caso de Graves, por ejemplo). Pero esta novela
no aporta nada de nada: aburrida y simplona. Ya es muy sospechoso cuando
encuentras frases totalmente imposibles en boca de un personaje de esa época. En
una novela siempre hay cosas más acertadas y cosas menos acertadas, pero no es
admisible la repetición de frases anacrónicas. Si un autor no se da cuenta de
eso, es que no conoce mucho esa época.
Pero, a la hora de
criticar, debo ser cuidadoso cuando son gente de mi ciudad y me puedo encontrar
con ellos por escribir libros de la misma época y temática. Porque las
editoriales te invitan a cócteles donde están los autores de esa firma. O, a
veces, una universidad invita a varios autores de una misma temática. He tenido
invitaciones de estos dos tipos y he aprendido que no conviene hacerse demasiados
enemigos. Y más cuando, en el ambiente literario, ya pululan demasiados enemigos
sin darles ninguna razón para ello.
Si hay un campo de trabajo en el que un
colega, si puede, te va a dar una puñalada es el de la escritura. Prácticamente
nunca un escritor va a ayudar a otro escritor. Eso es rarísimo. No digo que no
haya ocurrido alguna vez. Si es malo, porque es malo. Y si es bueno, con más
razón.
Pero el ambiente entre
escritores es como el de los navajeros. Todo escritor ve en el otro un rival,
un advenedizo que le quitará el pan de sus hijos, que bailará sobre su tumba en
cuanto pueda.