Sermones en vídeo

viernes, abril 10, 2020

Radiografía de una casa en confinamiento



Mis queridos amigos: Lo primero de todo es daros las gracias por vuestra preocupación. La cual se ha convertido en oraciones. Estoy seguro de que el Señor escucha vuestras peticiones. Si Dios ve que recibo demasiadas oraciones, las usará para otras personas. Cuando oramos a Dios, en el fondo, nos sometemos a su voluntad.

Lo cierto es que ayer, jueves santo, sentí como si una mano estuviera sobre el centro de mi pecho. Respiraba bien, no me dolía nada. Pero sentía esa mano. Tampoco me oprimía, pero estaba allí.

Fui al hospital y me hicieron todas las pruebas. Debo anotar que el médico, joven, fue muy amable. Mañana regresaré al hospital para ver cuál es la evolución. Le pediré al médico que me atienda si puede intentar que sobreviva hasta que acabe el tercer tomo de la vida de san Pablo.

Cuando subía al hospital, me llamó una persona. Le dije que subía al hospital a atender a una persona que había pedido la unción de enfermos y a que me miraran a mí. Así matamos dos pájaros de un tiro, comenté. Espero, al menos, uno de los pájaros sobreviva, añadí entre risas.

No me toca otra que ver, en la televisión, los oficios desde el Vaticano. Desde que caí enfermo, siempre pensé que este día ya estaría totalmente curado y que podría estar en la catedral, me hacía ilusión.
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Me ha dado pena enterarme de que en el pueblo bávaro de Oberammergau existía una promesa hecha a Dios, en el siglo XVII, de que si Él protegía a sus habitantes de una peste, el pueblo representaría la Pasión de Cristo el día del Viernes Santo cada diez años. Desde que se hizo la promesa, no murió nadie más en esa población.

Pues bien, este año, justamente este año, tocaba representar la Pasión. Pero pospusieron la representación por la pandemia. Qué pena. En una época, tuvieron fe. En otra época, esa fe es muy débil. Es lo suficientemente débil para no entender que Dios es Señor, que Él podía hacer lo que no pueden hacer ni los médicos ni los gobiernos. Sin fe, no hay lugar al milagro. Os pongo el link a uno de los muchos lugares donde se ha dado la noticia:
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Por supuesto que si las autoridades civiles lo prohíben, tendremos que obedecer. Pero, en los países en que las autoridades lo permitan, ahora, más que nunca, los templos deberían estar abiertos. Ahora, más que nunca, nosotros deberíamos dar testimonio de que creemos en un Dios Todopoderoso. No se trata de hacer nada contra la razón, nada irrazonable. Pero estoy seguro de que los países que permitan el culto público a Dios no verán sus estadísticas sufrir ningún descalabro.