El mundo de la numismática romana resulta fascinante. Lo mismo podemos
decir de los estudios acerca de la situación de la mujer en el siglo I. Sigo
embelesado por la belleza y complejidad de un mundo que ya no existe. Sigo en
mi novela sobre san Pablo.
La parte en la que el apóstol visitaba una mina iban a ser dos páginas,
tres como mucho. Han acabado siendo más de setenta. Mea culpa. Lo
siento, no he podido no dejarme arrebatar ante lo que se desplegaba ante mis
ojos.
He puesto muy poco acerca de la prostitución. Pero un libro de un experto
en lenocinio en la Roma Antigua ha sido uno de los libros más interesantes de
los últimos días. Como algunos sois un poco viciosos, no os daré el título ni
el autor. Sin embargo, conozco unas obras de los Padres del Desierto muy
edificantes.
Tampoco doy los datos de ese libro por respeto a los canónigos que puedan posar sus ojos sobre estas líneas. Aunque el libro del que hablo, lo que más interesante tiene son los datos estadísticos. Pero es más beneficioso leer un libro de san Atanasio o un sermón de san Juan Crisóstomo.
Pobrecillas, ¡cuánto sufrieron! Lo digo sin ironía. De todas las opresiones, de todas las esclavitudes, la de ellas fue tristísima. La mayoría de ellas no eran libres y tuvieron que someterse o si no, ser maltratadas físicamente hasta que obedecieran.
Pobrecillas, ¡cuánto sufrieron! Lo digo sin ironía. De todas las opresiones, de todas las esclavitudes, la de ellas fue tristísima. La mayoría de ellas no eran libres y tuvieron que someterse o si no, ser maltratadas físicamente hasta que obedecieran.