Rayuela,
es una de las mejores novelas del siglo XX. Grandiosa, literatura perfecta,
literatura en estado puro. Ya lo advirtió Cortázar, puede leerse en diversas
sucesiones de orden de capítulos. Pues bien, hoy he escuchado (por indicación
de un experto en Bach) dos secuencias del Credo de Bach. Dos secuencias del
mismo Credo, pero hay que escuchar una el Et incarnatus est y después el
Et expecto resurrectionem mortuorum.
En la primera composición,
Bach no hace música, está componiendo teología. Está traduciendo a música (a
sentimientos) lo que supone la Encarnación. Es su adoración personal que se
transforma en música. Es la adoración de un momento que anuncia (y comienza) toda
la tragedia de Isaías y los otros profetas.
y después hay que
escuchar la otra parte del Credo:
Es la virtud de la esperanza
proclamada a los cuatro vientos en forma de música.
Pero esa misa nunca me
entusiasmó. Bach es grandioso y colosal hasta en buena parte de sus obras
menores. Pero no, la cima está en sus obras no vocales. Y quizá sea conveniente
haberse asomado a esas dos obras para escuchar, por fin, a Bach siendo
auténticamente Bach:
Es una obra acerca de la
alegría de vivir. Rejouissance, alegría. Las ciudades de Estados Unidos,
cuánta ira... España, se muere económicamente... Pero Bach, su música es una rejouissance.