En este blog, os suelo
participar lo que hago, lo que pienso. Hoy os comparto un momento que me emocionó.
No sé por qué, después de cenar, decidí ver unas partes escogidas de Amadeus.
Pobre Milos Forman, murió hace dos años.
Seguí su filmografía
durante años. Lo suficiente para comprender que el milagro de esa película de
1984 no se repetiría. Forman no pudo ni copiarse a sí mismo.
Lo que vi no es que fuera
bueno, es que me emocionó. Solo visioné unas pocas partes de la película. La cual
dura tres horas. Os aseguro que son tres horas del más fastuoso placer cinematográfico.
La película te hipnotiza.
La historia, per se, es apasionante. Pero no es solo la historia, la
película es una gran ópera total. Es la síntesis perfecta de la obra de Mozart.
Nunca pude volver a escuchar sus obras de la misma manera. No quería usar en
este post el término obra maestra, pero es que no hay forma de no usarlo.
Lo menos bueno que se
puede decir es que la Película de su década. Eso es lo menos bueno. En mi
opinión, una de las mejores de la historia, entre las 5 mejores tal vez.
Me hizo gracia encontrar
a un desconocido comentarista que escribía esta crítica de la película:
Fallida, plúmbea y
aburrida, no es nada eficaz ni en su presunto espíritu irónico/crítico ni en su
tono de reflexión lujosa sobre la Película académica y demasiado cerebral,
narrada en flash-backs, llevada con demasiado poco afán creativo por el
checo-americano.
Me hizo tanta gracia leer
esta crítica. El mundo contiene a los genios y los que no se enteran de nada. La
parte que ayer más visioné de la película fue esta:
https://www.youtube.com/watch?v=N_lheg0YmxQ
En la lengua original,
para los que lo deseen:
https://www.youtube.com/watch?v=th_ro9CiASc
Tiene gracia, uno de los
más grandes momentos de la historia del cine no es una escena en la que
tuvieron que gastarse millones, no es una escena de grandes discursos, no hay
nada “teatralero”. Es solo un músico leyendo partituras.
Eso sí, con esos 2 minutos
y 46 segundos, Forman hace un tapiz entre la música de fondo y la voz de un
anciano loco (Salieri ya demente) que resulta sublime, irrepetible.