Hoy, mientras iba en el
coche al hospital, le daba vueltas a un asunto al que no había prestado
suficiente atención: la necesidad de una reforma a fondo del sistema judicial
en los países democráticos.
Yo estaba satisfecho
pensando: “Tienes una demanda, la llevas a un tribunal, el juez juzga con
neutralidad. Asunto concluido”. Ya está. El sistema es perfecto, limpio. Una
defensa, un denunciante, un juez. ¿Qué más se puede pedir?
Pues no. El sistema está profundamente viciado en todas las democracias que
conozco.
Veréis, no importa que
hayas sufrido un daño, no importa que tengas pruebas de ello. Si haces cuentas,
verás lo que te va a costar llevar el asunto ante un tribunal. Según lo que
pidas como reparación, en esa medida te va a reclamar el abogado que escojas. Sin
contar con que si pierdes, en esa cuantía vas a tener que pagar las costas del
abogado de la parte contraria. No cuento aquí tu procurador y las costas del
tribunal.
Si la cantidad reclamada es
importante, el mismo proceso es razón suficiente para que muchos ciudadanos
deban desistir. Además, si usted decide seguir adelante, tiene que saber que
tendrá que resistir los gastos tres veces. Pues lo normal es que la otra parte
recurra hasta la tercera instancia. Y eso en el caso de que le den la razón,
claro.
Todos los que han pasado
por este largo y costoso proceso, en el que las facturas se tienen que ir
pagando, definen el camino como una pesadilla. Usted puede haber sido víctima
de un delito, pero el camino será un segundo sufrimiento.
Después, tenga en cuenta
que si usted se va a ver en dificultades para pagar los gastos ya en primera
instancia, una persona con dinero puede pagar abogados sustancialmente mejores
que los de usted. El sistema es equitativo.
Fijaos que de ser un sistema
que aparentemente es limpio y equitativo, pasamos a darnos cuenta de que es
tremendamente desigual e injusto.
Injusto, porque
lograr justicia requerirá mucho dinero.
Desigual, porque
los ricos siempre una defensa sustancialmente mejor.
Y eso que solo me fijo en
estos aspectos, sin entrar en otros asuntos tales como su lentitud.
Los que vivieron en otros
siglos no se daban cuenta de que algunas cosas que daban por supuesto que no
podían ser de otra manera funcionaban de un modo ineficiente e injusto y que
podían reformarse. “No, esto tiene que ser así”, pensaban equivocadamente.
Nuestra justicia es injusta
y desigual, y puede ser reformada. Mañana hablaré de ello. Pero leeré vuestras
opiniones acerca de cómo reformar la justicia, tal vez alguno haga sugerencias
que nos sorprendan. Mañana seguiremos, a no ser que mañana me dé por hablar de
quesos.