Por la mañana, he seguido
trabajando en mis inacabables tomos sobre san Pablo. Llevo una semana
aprendiendo todo lo que puedo sobre los misterios órficos, dionisiacos y
eleusinos, también sobre el mitraísmo. En esa época había de todo en el imperio
romano, incluidas algunas influencias budistas. Testigos de Jehová no había.
Al final de la mañana, he
grabado un sermón sobre los ángeles en el Apocalipsis. Di, ayer, una conferencia
en un seminario de Honduras sobre el mismo tema. La de hoy era la segunda
parte. Después de un saludable almuerzo de pan tostado con aguacate y sardinas,
seguido de un yogurt cremoso de frutas tropicales, me he dado un paseo junto al
río.
Un delicioso y largo paseo
con un lector mío que me ha venido a ver. Me gustan las visitas y llamadas de
los lectores.
Qué bonito está el campo
en este comienzo del otoño, tan lleno de luz, con una temperatura perfecta. En el
río Henares hay patos, pero ahora observo que hay un trecho que lo han
colonizado las garcetas, tan bonitas y tan blancas. Es una delicia pasear
fijándose en los tipos de cantos, en las clases de árboles fluviales.
Ayer fui a concelebrar a
la Basílica de san Miguel en Madrid, ¡qué sagrario tan bonito! Me quedé
extasiado contemplándolo. No he encontrado fotografías bonitas en Internet para
que lo veáis.
Quiero especificar (para
daros ideas) que las sardinas que comí son unos filetes de sardina marinados
que parecen completamente anchoas, solo que un sabor mucho mejor. Son deliciosas
y se pueden tomar los viernes de cuaresmas. Yo las compro en Hipercor, no las
he encontrado en otro lado. Se llaman Anchodinas. Acabo con un chiste:
—¡Estás obsesionado con
la comida!
—No sé a qué te refieres
croquetamente.