Sermones en vídeo

lunes, octubre 26, 2020

El nuevo consejo presbiteral de la archidiócesis de Madrid nombrado hoy. Sangre joven y nuevas ideas.

 

Siempre estoy hablando bandas sonoras y de Bach, pero uno de los grandes compositores actuales es un católico muy religioso Arvo Pärt. Sin embargo, a pesar de reconocerle su calidad, la única obra que me ha gustado de él es My heart's in the highlands. Y, sin duda, porque no puedo desligar esa música de La gran belleza:

https://www.youtube.com/watch?v=YJ5nPemkBQw

Ahora bien, hoy un conocido me ha enviado un link con explicaciones de cómo se gestó la banda sonora de La misión. Y sí, esa banda sonora sí que resulta estremecedora. No conocía cómo nació la impresionante parte En la tierra como en el cielo, nunca me había hecho consciente de que es un contrapunto multirrítmico de unir en una melodía la parte que Morricone había pensado para ese momento con la melodía renacentista de oboe del comienzo de la película y poniendo de fondo el coro guaraní que era una melodía independiente.

Morricone no hizo una banda sonora, el productor no hizo una película: todos hicieron historia.

https://www.youtube.com/watch?v=Pb4e-GUv8nA

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Hoy he añadido a Biblioteca Forteniana un pequeño opúsculo de treinta páginas titulado Las casas de reclusión eclesiástica. No hace falta decir que se trata de obra menor, mínima. Una recomposición de todas las cosas que llevo dichas sobre el tema desde hace años. Pero si me he tomado la molestia, es por facilitar el trabajo a algún obispo que, algún día, quiera hacer algo como lo que allí se explica o algo parecido.

Pero se trataba de una obra tan menor que no me hacía mucha gracia sacarla a la luz como opúsculo. Las cosas que se hacen con poco agrado se notan. En fin, ese opúsculo poco agraciado es otra de las consecuencias de las acciones del padre Travis de Nueva Orleans.

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Ayer tuve una larga conversación con una amistad acerca de los distintos territorios sobre los que gobernó la dinastía herodiana. Menudo lío. Que dinastía tan accidentada. Unas veces gobiernan sobre unos territorios; otras veces, sobre otros. Se trata de una situación totalmente frankensteniana, como de un moribundo que siempre acababa reviviendo un poco más. Y los protagonistas son conscientes, pero todos prorrogan un poco más la situación.