Sermones en vídeo

jueves, octubre 15, 2020

No es este el altar

 

Ayer nos enteramos de que un sacerdote (Dios quiera que no esté bien de la cabeza) grabó un vídeo deshonesto con dos mujeres en el altar de su parroquia. Insisto, ojalá que no se trata de maldad, sino de una patología mental.

Pues bien, hoy hemos sabido la magnífica noticia de que el arzobispo de Nueva Orleans ha dado orden de quemar hastsa las cenizas ese altar y volver a consagrar ese templo. ¡Muy bien! ¡Magnífica decisión!

Esto nos plantea una interesante cuestión posterior. ¿Y si el altar hubiera tenido una bella ara de mármol con inscripciones? Incluso, aunque hubiera sido un rectángulo de piedra no costosa, ¿hubiera sido mejor destruir el ara o realizar una nueva consagración?

Bien, el asunto es debatible y me gustaría escuchar vuestras opiniones. Desde luego, se puede romper en trozos y colocar esos trozos en el jardincito de un patio del obispado. Un cuadrado pequeño de césped, minimalista, con esos trozos de piedra con hierba y musgo encima. Esas piedras serían un recuerdo aleccionador sobre la grandeza del sacerdocio y la posibilidad futura de profanarlo. Esas piedras se convertirían en un sermón silencioso.

La otra posibilidad sería realizar una larga y simbólica purificación de varios días sobre esa piedra, celebrando en esa parroquia sobre un altar portátil. En Alcalá hay un altar portátil de madera, precioso, de estilo neorromático. De dos codos de largo, pero dignísimo.

El ara profanada podría ser lavada cada día con agua bendita, mientras se ora. Y, al séptimo día, volver a consagrarlo.

Respecto al templo, mucho mejor que una nueva consagración yo aconsejaría hacer el rito que sugiero en mi opúsculo titulado La reparación de la santidad de un templo profanado.

Desde luego, siendo el altar de madera, lo mejor es quemarlo. Aunque la opción de reducirlo a pedazos pequeños con una maza y echar el montón en un patio cerrado del arzobispado, que sea un cuadrado de césped, y dejar que crezca encima la hierba durante decenios me parece la solución más digna, más simbólica. 

En fin, me gustaría escuchar vuestras apreciaciones y sugerencias sobre qué hacer con un altar de piedra profanado. Seguro que me aportáis algo.