domingo, octubre 25, 2020

Presbiterio de la Catedral de Naumburgo

 

Una comentarista me preguntó cómo sería la capilla de la casa de reclusión eclesiástica de la que hablé hace unos días. La describo cómo la haría yo, por tanto, con concreción y subjetividad:

La capilla tiene el aspecto del presbiterio cerrado de la Catedral Naumburgo; cerrado, pero sin techo. Desde fuera de la capilla, los fieles verán esa capilla como un espacio clausurado. Pero, aunque esté clausurado, desde fuera se pueden escuchar los rezos de su interior. Saben que allí hay hombres haciendo penitencia; sin poderlos ver, pero escuchando sus plegarias.

Se puede valorar si, durante las ceremonias, se podría abrir el portón central de la capilla. Pero habrá que pensarlo porque, aunque los de fuera no puedan entrar, permitiría ver de lejos a los que están en el coro.

         La capilla tiene un coro para treinta clérigos, una presidencia con tres sedes, y bancos para diez personas que estén de visita. La disposición de los asientos formará un rectángulo, en cuyo centro habrá un facistol con una impresionante biblia de grandes dimensiones.

         Los sacerdotes irán al coro revestidos con sotana. Los días ordinarios, la presidencia irá vestida solo con sotana. Las fiestas, con roquete y estola. Las solemnidades, con alba y estola, y el que preside con capa pluvial. Cuando haga frío, en el coro, podrán llevar manteo. Y el que lo desee un casquete de lana negro en la cabeza.


Y ahora sigo describiendo otros aspectos de la casa en los que pensé desde que puse aquel post hace unos días:

         Se fomentará el trabajo manual: carpintería, imaginería religiosa, los trabajos de jardinería y el cultivo de los huertos. La jardinería no solo estará en el claustro menor, también dentro de ese edificio se puede fomentar el cuidado de plantas de interior. También será muy adecuado que varios residentes se encarguen de realizar pinturas y de modelar figuras para la catedral en la que están viviendo. Digo modelar porque lo normal será emplear materiales que imiten la piedra.

         Otro trabajo está en la atención de algunos confesionarios de la catedral, labor esta que no será adecuada para todos los residentes, por supuesto. En un principio, pensé en confesionarios empotrados en los muros, de manera que los residentes no tengan que salir fuera de la casa. Pero después me di cuenta de que no es necesario llevar las cosas tan al extremo. Pueden ser vigilados cuando salen, dónde están y cuándo entran.

Otros residentes recibirán, en dos o tres locutorios, a las personas que, sabiendo la naturaleza de esa casa, quieran hablar con ellos. Eso sin contar con que la casa siempre tendrá un cierto número de hospedados que vendrán para pasar un tiempo de retiro espiritual, como cualquier monasterio. Unas veces esos huéspedes serán laicos, pero se fomentará que grupos de sacerdotes realicen allí su retiro espiritual anual.


Una última cosa:

Sería preferible tener un nombre alternativo. El nombre de "casa de reclusión eclesiástica" resulta muy duro para los que vivan allí. ¿Qué nombre sugerís? Mi idea surgió para recluir allí a los culpables en aquellos países en que se permita legalmente un acuerdo entre la víctima y el culpable. La mayoría no permite un acuerdo privado. Sea dicho de paso, Estados Unido, sí. 

Pero como eso no es permitido en casi ningún lugar, esta casa es para clérigos que ya han pagado su deuda penal en una prisión del Estado y que se retiran a vivir allí. ¿Cómo llamar a estos lugares?