Qué bonito es encontrarse
con un amigo o varios, alrededor de una mesa. Charlar sin prisas. Una buena
comida, tranquilidad, armonía, bromas. No en vano el cielo se ha comparado a un
banquete. Y más concretamente se ha comparado a un banquete de bodas. Me encantan
los banquetes de bodas, bautizos y primeras comuniones, las comidas de Navidad
y Pascua. Para los judíos, la cena del shabat, cada sábado, es un
momento familiar y religioso, de alegría y adoración.
La misa dominical debiera
acabar en la casa de la familia con todos alrededor de la mesa. La comida del
domingo debería ser especial, todos reunidos.
Me parece muy bien que
unos padres inculquen a sus hijos la importancia de comer todos juntos los
domingos. Y de pedirles que eso siga así cuando se casen.
Los judíos encienden un
candelabro de siete brazos durante esa cena. Un cristiano, por ejemplo, los
domingos puede poner una pintura de Cristo en un lugar de honor, por ejemplo,
en una mesita cerca de la mesa donde todos comen; y encender una vela delante
de una figura de Cristo o una pintura que lo represente. Solo durante la comida,
pero como símbolo de que Él está presente. El padre de familia puede hacer una
oración más larga al comienzo. Los domingos se puede rezar un salmo, hasta
acabar con los 150.
Las festividades
especiales (Navidad, Pascua, la Asunción...) se pueden poner más velas alrededor
de la imagen de Cristo. De distintos tamaños, sobre distintos candelabros.
Pero desaconsejaría colocar una menorá de siete brazos en este tipo de comidas cristianas. No creo que sea positivo judaizar. No se trata de imitar los ritos, pero sí de fijarse en el espíritu.