Por la mañana, me he dedicado
a escribir el viaje de Pablo a Hispania. Pongo que todo le sale mal y que
regresa en tres días. (Ja, ja, ja.) Qué tramposo.
Desayuno pan con tomate y
aceitunas; un yogur grande, cremoso, de vainilla. Mientras como, veo las partes
de Florencia de la película Hannibal. Solo veo esas partes en las que el
director hace de pintor con esos interiores florentinos soberbios.
Ayer vi cinco minutos de Memorias
de una Geisha justo al acabar la cena. Qué fotografía, qué música, qué amor
al detalle. Todo sabe a auténtico en esta película. Solo vi cinco minutos, ya
la he visto varias veces. Es una película que respira ternura, así como la de Hannibal
respira tensión.
He estado leyendo lo que
he podido sobre los judíos en Hispania antes del año 70. Llego a la conclusión
de que aquí no debía haber judíos o muy pocos.
Con tanto hebreo por
aquí, seguro que si me remonto por todas las líneas de mis ancestros llegaría a
Abrahán. Por alguna línea, antes o después, seguro que llegaría a algún
antepasado de Donald Trump.