Lo que más ha
propiciado que coma fruta en el último año ha sido la frutería que ha abierto
un marroquí en mi barrio. Qué despliegue de frutas y hortalizas. Además, en su punto, maduritas.
El pan con
tomate es un clásico en mi vida desde mi niñez. Pero qué bueno está. Es que no
me canso.
La sandía y
las fresas lo mismo, me gustan muchísimo. Otras cosas no las tomo porque son
caras, pero lo mismo: las frambuesas, por ejemplo.
Ahora bien, ¿cómo
tomar fruta si la fruta te aburre, si comerla es una obligación? Muy sencillo.
Yo me preparo
de primer plato un batido. El de hoy ha sido media manzana, una rodajita de
limón (con piel incluida), canela y un preparado lácteo para el colesterol. Me
ha estado riquísimo.
Otras veces,
el batido es el siguiente: media manzana, un kiwi, canela y un poco de kéfir.
Otras veces:
un pomelo, leche batida sin colesterol (es como el yogur griego) y una cuchara de
helado de vainilla.
Con este
truco de los batidos, como mucha fruta. Y, además, voy variando de fruta no
siempre es la misma.
Con mi comida
en la bandeja, me siento en mi comodísimo sillón y enciendo la tele. Hoy, en el
almuerzo, ha sido un documental sobre Egipto (bastante tedioso y eso que era
sobre la reina Hateshup). En la cena, ha sido el comienzo de la película Los
Tenennbaums, que me está gustando mucho, una comedia.
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Por la mañana
me ha llamado un buen amigo que es médico y que ha validado todas mis teorías
más innovadoras sobre las vacunas.
Por la tarde
un fotógrafo me ha resuelto mis dudas sobre la cámara del iphone. Iphone vuelve
a ser mi amigo.
Por la noche
me ha llamado un amigo de Washington. Ay, cómo me anima que me repita que Obispo
reinante le gustó mucho. Solo por eso creo que lo incluiré en mi
testamento. Necesito que me lo digan.
Por la noche,
creo que llamaré a una dentista del Opus Dei o a un cura jubilado.