miércoles, febrero 10, 2021

Aunque suene pretencioso, unas palabras acerca de mi evolución teológica

 

Un amigo mío de Estados Unidos, una de las personas que mejor conoce la demonología contemporánea y pretérita, me ha animado a que, en mis memorias, pergeñe mi autobiografía intelectual. Este amigo es el que mejor conoce en el mundo, no exagero, la evolución de mi pensamiento. Nos encontramos en los extensos prados de la letra impresa, hace tantos años. Y nadie como él ha diseccionado mis obras.

A pesar de que aquellos puntos en los que he evolucionado, aparecen patentes en mis ocho libros sobre el demonio si se leen por orden, me animo a decir lo poco que se puede decir. Mi escritura comenzó con lo fenomenológico para ir decantándose hacia lo esencial. De los hechos particulares, fui pasando a buscar más y más la esencia de cada campo que componía la demonología. Mi tesis de licenciatura era una recolección de datos bíblicos, teológicos, experienciales; organizándolos y acompañándolos de un natural deseo de entender.

Summa D. organizaba más toda la materia y hacía un mayor esfuerzo por reflexionar en cada campo tratado. En Exorcística, ya se nota que intento penetrar lo que subyace en la esencia de la posesión, lo cual lleva a un mejor entendimiento de qué es el exorcismo. Si se comprende mejor cuál es el núcleo fundamental de la posesión, se entenderá más adecuadamente qué es lo sustancial en el exorcismo y eso tendrá ramificaciones concretas. Sí, ese esfuerzo, ese intento, ya está presente en esa obra.

Si dejamos aparte obras mías especializadas como Enoc y los nefilim o El exorcismo magno, los siguientes títulos seguirán por ese camino. No solo eso, cada vez me intereso más por el infierno. Cada vez me intereso más, dentro del campo del infierno, por profundizar en la esencia de la condenación. Cada vez mi escritura se basa más en la metafísica.

Las tres últimas obras mías, la trilogía sobre Dios, suponen una progresión patente: una progresión de mi entender la condenación. No es una trilogía que complete; no se expande para nada. Al revés, el discurso se va metiendo cada vez más adentro del abismo central.

Entender que el mejor modo de comprender qué es el infierno era a través de la vida intratrinitaria de Dios fue para mí un inmenso, colosal, descubrimiento que me sorprendió. Siempre había dicho, en mis conferencias, que el mejor modo de comprender el Mal era a través del Bien. Pero ni se me pasó por la cabeza que era el primer Misterio el que alumbraba el otro misterio. Si bien, las ideas van concretándose en Historia del mundo angélico. Y más todavía en Las corrientes que riegan los cielos. Finalmente, mi ensayo sobre el infierno, la obra final de la colección, lleva a término cualquiera de las conclusiones comenzadas a atisbar en las obras precedentes.

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Sea dicho de paso, en cuanto a mi proceder literario, considero que mi mejor novela, la más acabada, la que formalmente es más perfecta en su escritura, es Cuando amanezca la ira.

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Otra cosa, mi evolución sobre el exorcismo está expresada en el primer capítulo de Exorcística. Después de ese capítulo de conclusiones, ya no he añadido al tema más que detalles.

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Ralph lo haría bastante bien. Creo que el bipartidismo nos lleva a que amemos a los Ralphs.