martes, febrero 02, 2021

El Estado, la democracia, las pequeñas reparaciones




Hoy voy a poner mi granito de arena acerca de cómo salir de la crisis económica. Perdón, salir no, de cómo remediar un poco la crisis. Disculpad que exponga de forma telegráfica, sin argumentar, pero sino sería un artículo y no un post.

—Pablo Iglesias tiene razón al hablar de nacionalizar. En aquellos campos, donde nunca ha existido competencia, sino un monopolio, sería mejor que los beneficios revirtieran en toda la población y no en un pequeño grupo de grandes accionistas: gas, petróleo, electricidad, telefonía.

—¿Hay competencia entre las farmacéuticas? Absolutamente, no. La única competencia es por sacar productos nuevos. Pero el resto del mercado farmacéutico se rige por los más civilizados cauces, beneficiosos para los accionistas de las empresas que, de ningún modo, desean una guerra entre ellas.

—Los beneficios de todos esos grandes monopolios y otros muchos menores se podrían reinvertir en puestos de trabajo a media jornada que revirtieran en beneficio de la comunidad: limpieza, jardinería, atención domiciliaria de personas dependientes y un larguísimo etcétera. Las personas con esos sueldos pequeños cobran y consumen, lo cual reactiva la economía. Hablo de sueldos pequeños porque la prioridad es que haya el menor número de personas en el paro.

—Habría que localizar en qué se va el dinero de la población que sea puro humo. Es un tema más delicado este. El dinero, en una gran crisis y larga como la que se avecina, es algo valioso. Hay que gastarlo bien. Si hay poco, no tiene sentido después despilfarrarlo.

Ejemplos de este tirar el dinero son, varios ejemplos: Las casas de juegos y apuestas. El que se tengan que pagar grandes cantidades de dinero para adoptar. Se puede lograr lo mismo, adoptar, sin alimentar esa “industria”; pero solo lo puede racionalizar un Estado con su fuerza y su capacidad organizativa. Gastar dinero en marcas de todo tipo, en las que el producto, al final, solo es la marca y nada más.

Se podrían poner muchos más ejemplos. Uno muy tonto, se le podría hacer entender a la gente, con campañas, que una playa en determinado país tropical concreto es exactamente igual que una plaza de Valencia o Alicante.

Las administraciones públicas también son otra fuente de uso no racional del dinero. No digo que si racionalizamos, ya todo se arregle. Pero no tiene sentido desperdiciar un bien valioso. Y, sobre todo, cuando ese dinero se puede usar para crear empleo y verdadera riqueza, no “humo”.

En fin, los ejemplos son muchos. Es delicado, pero lo que importa es que el dinero no se vaya al extranjero y que los ciudadanos no lo gasten del peor modo posible. Todos sabemos que hay pobres que mendigan y que después gastan fatal lo poco que tienen. Eso también ocurre a nivel nacional.

—Por supuesto que la raíz de la pobreza está en la relación económica desigual y desproporcionada entre países. Pero la solución de eso depende ya no de la nación, sino de todo Occidente. Aun así, se podrían hacer muchos pequeños “apaños”. Pongo un ejemplo sin importancia. Si China descubre que España está vendiendo muchos jamones ibéricos a los chinos, encarga a un empresario que los produzca en China. Esta es una política sistemática. Bien, podríamos hacer lo mismo. No es la solución perfecta. Pero si a diez mil personas en el paro, se las contrata, esas diez mil personas comienzan a consumir, se sienten útiles y las cosas se ponen en marcha.

Lo que no hay es una varita mágica. Pero sí miles de pequeños “arreglos”, miles de pequeñas fugas que se pueden cerrar. Eso no importaba tanto cuando sobraba el dinero. Pero, en enero, hoy han dado los resultados, hay 76 000 parados más.

Lo que está claro es que los políticos deberían comenzar un espíritu de colaboración y no de confrontación: entre partidos y entre comunidades. En ayuntamientos y en todas partes. Los políticos deberían propiciar un cambio de paradigma: dejar la crítica destructiva, para pasar a la crítica constructiva, a la crítica no agresiva. O logramos una política del encuentro, del consenso, o si no, de ningún modo, vamos a poder hacer planes a largo plazo.

He hablado de “arreglos y apaños”, si esos arreglos son todavía a más corto plazo, los resultados son mucho peores. Si, además, hay que estar pendientes de la intención de voto, todavía el gobernante se desmotiva más para tomar decisiones que sean impopulares.

En el fondo, lo que habría que cambiar es a los políticos y sustituirlos por gobernantes eficientes. Pero para eso habría que cambiar las reglas del juego. ¿Qué reglas constitucionales favorecerían la meritocracia? No voy a volver a hablar de mi libro. Pero sí, al final, todos los problemas conducen a los gobernantes. Y ese es el problema, que los gobernantes no son las personas adecuadas.

Es un poco como el lento derrumbarse del imperio romano. Todos lo veían, pero el proceso siguió adelante. Occidente se va empobreciendo y cada vez estamos más enfrentados los ciudadanos dentro de cada país. No estamos inmersos en una sana critica, sino en una crítica estéril.