Para los
antisistema radicales, asaltar una comisaría y tomarla sería como ganar la
medalla de oro en estas olimpiadas de la anarquía. Jamás una comisaría debe
caer sea de los mossos, de la Policía Nacional, de la policía local o un
cuartel de la Guardia Civil. Una comisaría tiene un valor simbólico. Una cosa
es que la policía no pueda evitar que un facineroso cometa un delito en una
callejuela desierta y mal iluminada. Y otra muy distinta es que los delincuentes
venzan por la fuerza el mismo símbolo del orden.
En un sistema
legal óptimo, los agentes deben poder defender ese recinto por todos los medios,
pase lo que pase, sin el más leve temor a futuros problemas jurídicos.
Un policía
puede hacer uso de la fuerza si ve en peligro su integridad física. Es algo
lógico. Ahora bien, la ley debería observar no el derecho, sino la obligación a
defender el recinto de una comisaría por todos los medios.
Una nación no
puede ver en televisión como se toma al asalto una comisaría. Eso no puede suceder.
El Estado de Derecho no puede permitirlo.