Con ocasión
del “precisma” que está sucediendo en Alemania, me ha dado una inmensa pena ver
a una religiosa que pretende hacer apostolado en Internet atacar a los que
defienden la buena doctrina. No voy a analizar las palabras de esta mujer
consagrada porque eran un error tras otro error.
En los
últimos años, hemos tenido en España el caso de dos religiosas que han hecho un
notable daño a las almas de los fieles a través de sus “apostolados” por los
medios de comunicación.
¿Qué hacer en
un caso así? No criticar a las personas. Defender la ortodoxia, pero no denigrar
a la religiosa. Ni una sola palabra contra la caridad. Ni siquiera con pretexto
de que “es la verdad”. Incluso teniendo las intervenciones más desafortunadas,
siguen siendo esposas de Cristo.
Cuando el
cisma tenga lugar, es decir, cuando la desobediencia se haga formal, cuando la
ruptura se escenifique ya de forma perfecta, estas apariciones de sacerdotes,
religiosos y consagradas se va a hacer habitual en los medios. Se va a ofrecer,
inevitablemente, una imagen penosa.
Recordémoslo,
afirmemos con paz la ortodoxia, no ataquemos a las personas consagradas. A nadie
debemos atacar con nuestra palabra o nuestra mofa, pero menos a los consagrados.
Por supuesto
que cada sacerdote, cada monja, tiene un superior. Y el superior tiene unos
deberes, deberes que son graves. Pero, en medio de la tempestad eclesial que se
avecina, tampoco debemos criticar a un superior, a un obispo, o a la Curia
Romana que supervisa al obispo. Nosotros, los que no tenemos poder eclesial, dejemos
este asunto de la disciplina clerical en las manos de Jesucristo, Cabeza.