Ahora mismo,
he acabado de ver la película María Antonieta de Sophia Coppola. La he disfrutado
mucho.
La primera
vez que vi esta película, allá por el 2009, acabé defraudado. ¿Dónde
estaba el guion? ¿Dónde la trama? Tuve la impresión de haber visto una película
en la que se habían gastado inmensos recursos, logrando solo una película
mediocre. Al menos, entretenida.
La segunda
vez que la volví a ver, unos seis años después, lo hice con la
actitud de visionarla como un mero espectáculo para los ojos. “Fíjate en las salas,
en las vestiduras, en los jardines, en las comidas (es una película muy gastronómica),
y olvídate de todo lo demás”. Con esta actitud, la película se transformó en un
espectáculo visual, en una explosión estética de tonos pastel. Fue para mí muy
agradable revisitar esas dos horas y siete minutos de “cuadros en movimiento”.
La tercera
vez que he visto esta película, hoy he acabado, me ha llevado tres
días, pues veo las películas mientras desayuno, almuerzo y ceno. Y esta vez me
ha gustado más que ninguna de las primeras. Me he fijado, desde el primer
minuto, en los personajes, en su psicología, en sus diferentes actitudes. Qué cantidad
de matices, qué cantidad de detalles. Ahora me doy cuenta, mea culpa, de que la historia de esta película es esa sucesión de personajes, ese desfile de
caracteres, ese conjunto de interacciones. La película muestra la burbuja real
de Versalles ese es el guión. Hay una mínima evolución de algunos aspectos de
la historia, por ejemplo, en cómo María Antonieta se va encontrando más a gusto
en ese ambiente. Pero la película es Versalles, la cinta es toda ella un paseo
por el palacio en su aspecto humano. Y no en todo el aspecto humano, sino solo acompañando
al grupo real. Y, todo el tiempo, centrado en ella y no en el rey.
Ahora me he
dado cuenta de lo magnífica que es esta película. Es arte, no es cine
comercial. Es el rococó llevado al 7º arte. Es cine barroco en estado puro. ¿Es
un exceso esta película? Sí, lo es y lo es queriendo. Recomendable para ver con
calma, aguzando la vista.
Ah, y está el final. En mi opinión, una de las más geniales maneras de acabar una película: pura poesía, sobriedad. Un final que sería digno de un director que hubiera hecho cine toda la vida y que quisiera dar una lección a todos sus colegas. Porque hay cine para el "gran público" (puros adolescentes) y hay momentos en una película que solo podrán valorarlos los colegas directores de cine o los grandes críticos. El final de esta película entra dentro de los mejores finales de la historia del cine.