Estaba pensando
si escribir un post gracioso (que son los que más os gustan) o uno serio sobre
un tema serio con los que os castigo de vez en cuando.
Al final, he
decidido castigaros.
Creo que os
merecéis que os explique lo de la sugerencia de que los legisladores fueran
vitalicios. Alguno de los comentaristas escribía que los funcionarios son “vitalicio”
y el sistema funciona bien porque se basa en el mérito.
Vamos a ver,
veo todos los inconvenientes de que un cargo senatorial sea vitalicio. Ahora bien,
el modo ideal, en abstracto, sería que el Parlamento propusiera leyes y que
hubiera un cuerpo de senadores escogidos por consenso, por parte de los
representantes del Pueblo. Y que ese cuerpo de personas prestigiosas tuviera
como misión revisar las modificaciones legislativas para dar su dictamen
arbitral acerca de si son o no adecuadas.
Es cierto que
sería vitalicio el cargo, pero al escoger a individuos cargados de excelencia,
a personas cuya vida al servicio del Derecho es su carta de presentación, lo
normal es que todas sean escogidas por encima de los 55 años de edad.
Les quedarían
unos 10-15 años de vida al servicio de la nación como colofón a su carrera en
el mundo del Derecho.
En abstracto,
creo que este es el mejor sistema.
Todos entendemos
que el Tribunal Supremo en Estados Unidos está bien como está: cargos
vitalicios. Todos estamos de acuerdo en que el parlamento requiere de cargos
temporales: cuatro años está bien. ¿No sería mejor que la cámara que está en
medio del parlamento y el Tribunal Supremo, al menos, debería ser (en cuanto a
la duración y modo de elección) algo intermedio entre esos dos grupos? Me parece
que sí.
En España
tenemos el Consejo de Estado que es algo parecido a lo que digo. Siempre que el
Consejo de Estado ha advertido al Poder Ejecutivo (sea del signo que sea) de que
no aprobara una ley, el Consejo tenía razón y su informe estaba cargado de sapiencia.
No solo de la ilustración del conocimiento, sino también del saber de la
experiencia: la edad es un valor a la hora de hacer leyes. Quizá la juventud
sea buena alguna vez (lo dudo) para gobernar. Pero para hacer leyes, lo mejor
es la prudencia de la edad.
Bueno, ya me
he explicado. Normalmente, detrás de mis propuestas más majaretas suele haber
una sabiduría difícil de entender por el común de los mortales.