Nunca, en toda mi vida, le he dado tantas vueltas a una frase como ayer.
Incluso cuando escribí el segundo post con lo que pienso que es la solución,
cometí un pequeño error, subsanado hoy por la mañana. Veréis que el segundo
post de ayer ofrece dos posibilidades.
Si mi corrector oficial lee el post me encantará escuchar su opinión. Pero
no me he atrevido a escribirle porque al pobre la doy tanto trabajo que casi
deseo que no haya leído los dos últimos posts para no agobiarle más.
Que conste que la foto de mi Corrector Máximo no solo está en el recibidor
de mi casa, sino que, además, siempre tiene flores frescas en la repisa que hice
colocar ante su foto.
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Estoy viendo por segunda vez las cuatro horas de documentales de la BBC sobre
jardines renacentistas. ¿Hay algo más relajante que visionar, durante el
almuerzo, un documental sobre este tema?
No es lo mismo pasear por un jardín que escuchar a una persona que ha
dedicado toda su vida al tema de los jardines y su historia. De pronto, el
jardín habla. A Monty Don le he escuchado su serie de documentales sobre
jardines musulmanes (desde Marruecos hasta la India), otra sobre jardines
asiáticos y otra más sobre los mejores jardines del mundo. También hizo otra
sobre jardines en el Reino Unido. Qué importante es escuchar al que sabe y
tiene algo que decir. Qué diferencia con los documentales que son una total
pérdida de tiempo y en los que no se sabe cómo llenar los 50 minutos de metraje
y se llama al último “autonombrado especialista en no queda claro en qué”.
En el mundo, hay tantas cosas fascinantes que mostrar y, no obstante, los
directores de documentales, a menudo, parecen interesados en un mero hacernos
perder el tiempo.