Sermones en vídeo

martes, diciembre 07, 2021

Dia de la Constitución, II parte


Resulta llamativo la proporción tan grande de personas muy religiosas que sienten como ilegítimo el sistema democrático en el que viven. El sistema es democrático se aprueben leyes contra la moral o no. No se corrompe por aprobar leyes tales como el aborto, la eutanasia o las leyes de violencia de género para personas que vivan en pareja. El mismo sistema es legítimo y racional en sí mismo, se use bien o se use mal. De hecho, cabría la posibilidad (y se ha dado) de un sistema constitucional de una nación concreta que fuera autocrático
y que, al mismo tiempo, fuera perfecto respecto a la moral católica.

Es cierto que las democracias admiten grados en su realidad concreta de mantenimiento de la libertad. Cualquier democracia puede aumentar en la libertad que ofrece a sus ciudadanos.

Es cierto que la existencia de partidos es fruto de la libertad de las personas; y, por tanto, un derecho. Los ciudadanos tienen derecho a poderse asociar. Pero también es cierto que los partidos pueden convertirse en estructuras que busquen sus propios intereses contra el bien común.

También es cierto que la democracia no debe ser considerada más allá de lo que es: un medio pacífico para evitar dictaduras. Lamentablemente es eso y poco más que eso en la mayoría de los casos. Por supuesto que podemos imaginar democracias ideales y algún país seguro que se acerca a ese óptimo de convivencia social que busca, ante todo, el bien común.

Por supuesto que esa sensación de democracia secuestrada, de insatisfacción con el sistema, debería ser analizada por la cúspide los gobernantes de muchos países para tratar de buscar una solución no partidista. Basados en ideales no egoístas los gobernantes sensatos lo harían, por el bien de la nación. Pero lo cierto es que este es un problema que se deja de lado por su complicada solución. “Mis colegas no me van a apoyar. Cada uno va a mirar sus intereses”. El resultado es que el problema se deja fermentar y, antes o después, puede acabar explotando en forma de partido antisistema que busque una ruptura populista.

Si el grado de insatisfacción, de alejamiento respecto al sistema parlamentario, llega a alcanzar a una masa demasiado numerosa del electorado, los resultados son previsibles. Lo que no se reforme de un modo racional, sin prisas, con prudencia, acabará reformándose desde la ruptura populista.

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Cambiando de tema, acabo de subir a mi canal un sermón sobre el infierno que lo considero uno de los mejores sermones de todo este año, quizá el mejor. 

https://www.youtube.com/watch?v=Z3RB3osXbWA

Media hora analizando solo el tema de la condenación eterna.