Llamativas una serie de conferencias
de cierta universidad sobre la represión religiosa marxista durante la Guerra
Civil española. No voy a decir el nombre de la universidad por razones
personales de peso. Pero es curioso que interpretar un hecho sucedido hace más
de ochenta años tenga tanta importancia para nosotros, aquí y ahora.
Y tienen razón, eso no lo niego: la
interpretación de aquellas masacres sistemáticas y atroces tienen repercusiones en nuestro presente. Tal es la capacidad
de los políticos para enredarse y volverse a enredar y no poder salir de un
pozo. Sin la política, sin la ideología, sería mucho más sencillo reconocer sin
más lo que sucedió.
Me llamó la atención en que el
organizador del ciclo, un catedrático ideologizado, llamara solo a aquellos que
apoyaran sus posturas. En esas charlas no se negó lo innegable, pero se matizó
al máximo. Hasta el punto de hacer parecer a las víctimas de la tortura como partícipes solidarios de una cierta culpabilidad social.
Cuando hablo de tortura, uso esa palabra en su sentido más literal y físico.
Lo que sucedió en el 36-39 fue una
confrontación épica. Para nada fue una lucha más entre dos ramas dinásticas o
dos partidos similares en el espectro político de una nación. Realmente se enfrentaron
dos formas radicalmente distintas de considerar al hombre y a la sociedad.