Hoy, mientras desayunaba, he
escuchado (por segunda vez) la historia de Hans Litten. Un abogado que
interrogó a Hitler en 1931 (todavía no había llegado al Poder) por el asesinato
de una persona en un ataque de las SA. Al final el juez no quiso meterse en
problemas, aunque no he logrado saber cuál fue el resultado final del llamado Juicio Tanzpalast (he corregido un nombre errado). Cuando los nazis llegaron al poder, no olvidaron la humillación
de tres horas de interrogatorio para Hitler y Litten acabó en un campo de
concentración.
La imaginación popular tiende a
imaginar a los héroes con una espada en la mano, sobre un imponente caballo, y
cosas parecidas. El verdadero rostro del héroe puede ser el de un abogado que
hace bien su trabajo. Su labor recuerda a todos los abogados del futuro que la
Ley importa.
La ley puede ser maravillosa, pero
no servirá de nada si no hay héroes dispuesta a defenderla. Sobre el papel la
legislación puede ser óptima, pero será inútil si no hay nadie que esté
dispuesto a a que se respete. La ley marca la diferencia entre el barbarismo y
el orden. La ley marca la diferencia entre el asesino y la víctima. El secuestrador
que amenaza con una pistola es un delincuente, el tirador profesional de la policía
que le dispara es un servidor del orden, un defensor de la vida. El respeto a
la sacralidad de la vida es tal que si el único modo razonable para preservar
ese tesoro dado por Dios es matar, la obligación moral es matar. Por eso el
secuestrador es un asesino, mientras que al policía le pagarán por hacer su trabajo.
La bondad de la ley depende de los
legisladores. Malos legisladores fabrican malas normas. Después viene la
honestidad de los servicios de seguridad. En Moscú cualquier ciudadano sabe que
las “pruebas” de la investigación policial pueden ser “cuestionables” cuando
tienen que ver con un político; eso lo sabe hasta el menos despierto. Después viene
la honestidad de los jueces, y de los jueces que ratifican en segunda instancia
las sentencias de los jueces.
Hay países donde el Estado de
Derecho funciona de una manera limpia e incuestionable. Y hay países donde
gobernante y mafia se identifican, países donde se puede afirmar que la policía y los
jueces trabajan (sabiéndolo o sin saberlo) a favor de una organización delictiva organizada.
En fin, sirva este post como homenaje
a todos mis lectores que trabajan para la Ley, desde el abogado hasta la
secretaria de un juzgado. Mi más sentido homenaje a todos los que de forma
callada e invisible hacen que los ciudadanos nos podamos dormir tranquilos.