Hola a todos. Voy a tratar de
contestar a algunas preguntas que me habéis hecho en la sección de comentarios.
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La nueva autobiografía vuelve a
contar toda mi vida, entera; no parte desde donde acabó la otra. Pero lo hace
con dos características, no repetir nada de lo dicho en la primera; y la
segunda es que trato de ir a la síntesis, al resumen lo más breve posible. La
segunda autobiografía, aunque expone los hechos de muchos más años, es bastante
más breve que la primera.
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Publicar con editoriales de tamaño
medio es necesario. Es lo que hace que un libro esté en las librerías y la
gente lo lea. La publicación en digital reduce los lectores a una fracción. Si
publicas en digital eres completamente invisible para programas de televisión
acerca de libros, tertulias literarias radiofónicas. Hasta para los blogs de literatura
eres inexistente si no publicas en papel con una editorial media.
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He estado revisando el desván de obras
no publicadas. Aquellas obras que escribí hace muchos años. Por fin puedo decir
que no queda ni una obra importante mía importante sin publicar. Todas las que
valían algo han sido revisadas y publicadas, o ya están en manos de un par de
editoriales.
La revisión de esas obras inmaduras
me llevó a eliminar varias de ellas. En realidad, las estaba eliminando todas. Tras
una lectura en diagonal (en realidad, a saltos), la condenaba.
Finalmente las recuperé del cesto de
basura del PC y decidí que, bueno, que si alguien quería leerlas, las pondría
en una carpeta con un gran aviso en la primera página de cada escrito. Un aviso
que dejara claro que las consideraba por debajo de mis “obras menores”, que
eran un testimonio de cómo escribía cuando empecé, obras testimoniales.
Acabaré poniendo una carpeta con
esas obras testimoniales en Biblioteca Forteniana. Pero todavía no, dadme
tiempo, unos años, porque me dan un poco de rubor: escribía un poco mal, las
historias son propias de un jovenzuelo inmaduro.
Las obras testimoniales deben ser
unas quince obras, pero son muchos cientos de páginas. El pianista para
aprender a tocar debe tocar muchas horas. El escritor para aprender a escribir,
debe dedicar tiempo a esa labor. Pero esos cientos de páginas son perfectamente
dignas de ser quemadas en una pira. Como son archivos Word, no puedo quemarlos.
Dicen que los PDF arden mejor.
¿Algún joven de dentro de tres o
cuatro generaciones se pondrá a leer miles de páginas mías? ¿Algún joven, entre
videojuego y videojuego, se concentrará en mis páginas hasta acabarlas todas?
¿Alguna veterinaria jubilada empleará sus mañanas en un porche, con un té al
lado, a leer libro mío tras libro? ¿Alguna coronel en quién sabe qué cuartel será
tenaz en ocupar sus ratos libres en la tarea de leerme?
Os aseguro que también contemplo la
posibilidad del completo olvido de todas mis obras. Con toda sinceridad creo que
eso será ya muy difícil con mi colección de obras sobre demonología, pues están
en manos de demasiados lectores.