Durante algún tiempo los expertos en
geopolítica pensaban que Putin, con sus amenazas, estaba presionando para
negociar. Pero en las últimas dos semanas esos mismos expertos independientes
se mostraban sorprendidos: Rusia no estaba negociando nada, se mantenía terca
en sus declaraciones iniciales y paulatinamente iba insultando más agriamente a los que
trataban de mediar en el conflicto.
Poco a poco, se fue abriendo camino
la idea de Putin el Loco (expresión de Oscar Vara). Sí, la amenaza de
invasión quizá hay que entenderla más desde el punto de vista psicológico que
estratégico. Un hombre de 69 años que se sabe despreciado por todos los países de
eso que llamamos Occidente. Un hombre que desde hace mucho se ve a sí
mismo estancado: no ha logrado que Rusia sea ya no lo que fue en influencia
mundial, sino ni siquiera en su antigua área de influencia. Un país empobrecido
con un producto interior bruto poco superior al de España.
Su única capacidad para contar en el
mundo es su capacidad para hacer daño. La psicología del matón explica un movimiento
este último de Ucrania que no conduce a nada, que no produce nada.
Por eso ahora Putin es más peligroso
que nunca: es la rabia del que quiere hacer algo para que el mundo vea quién es
y no puede hacer nada.
Menos mal que no se ha producido la
invasión. Sacar a Rusia del sistema Swift, privarle de los beneficios del nuevo
gaseoducto, entre otras medidas, hubiera empobrecido sustancialmente a esa
nación. Muchos rusos hubieran comenzado a replantearse su apoyo al líder dictatorial.
En ese momento el resentimiento del tirano sí que hubiera sido peligroso, porque
sus movimientos ya no se habrían movido por la racionalidad, sino por su deseo
de venganza. Putin conforme se acerque a la vejez se puede volver cada vez más
inestable en sus decisiones.
Demos gracias a Dios de que no se ha
producido la invasión. La cual, necesariamente, hubiera puesto en marcha
engranajes con consecuencias todas ellas de tristes, pero seguras, malas
consecuencias. Hemos vivido un momento muy peligroso: no de guerra mundial,
pero sí de radicalización de un régimen.