Sermones en vídeo

lunes, marzo 21, 2022

Huelga de camioneros en España

 

Cuando he oído que el gobierno pedía que no se acapararan productos alimenticios, ha sido la señal inequívoca de que debía ir, cuanto antes, al supermercado a por comida. Es como cuando un banco avisa de que no hay ningún problema con los pagos en efectivo en la ventanilla: esa es la señal de que hay a toda prisa a sacar el efectivo.

Ya no quedaba leche, salvo leche de soja. En este tipo de situaciones es cuando se comprueba quién es quién en el mundo de la leche. Hoy he visto que la leche de soja es la solterona aburrida que espera sentada en el baile de la plaza.

Por supuesto que siguiendo el consejo del gobierno, solo que a la inversa, he arramplado con toda la comida que me ha cabido en el carro. Ahora no me van a faltar cereales para el desayuno, aunque sufriéramos un asedio medieval inmisericorde. Los cereales es algo que no me importa comer en el almuerzo y en la cena, además hay de tantas clases, y las cajas son tan alegres: una rana, un ave colorida, unos duendecillos, un tigre. Viendo la caja, parece que hayan envasado alegría. Nunca me he cansado de comer cereales. Los que más como son los copos de maíz; por no engordar, porque no tienen azúcar. Si esos no me han cansado al cabo de tantos años, con su sabor neutro, es que ya ninguno de los cereales me puede cansar.

Siempre desayuno alguna fruta, hasta ahora mandarinas; ahora viene la época de las fresas. Después mis cereales, con kéfir que me hago yo. Y acabo con un poco de chocolate; a veces no es tan poco.

En Moscú deberían sacar al mercado unos cereales con la cara de Putín, los Kremlin Flakes.