Hoy he leído en el periódico una
frase que me ha llamado la atención, la marco en rojo:
Vive en un enorme apartamento en
Kensington y le encanta salir de fiesta, su feed de
Instagram parece un non-stop de vacaciones. Eso no es inaudito, pero hay
un pequeño detalle... Polina es la hijastra del Ministro de Asuntos Exteriores
de Rusia, Sergei Lavrov.
Hay personas que se levantan a las 6:30
de la mañana todos los días, que trabajan diez y doce horas diarias, que no han
tenido un viaje de vacaciones desde hace años, que con esfuerzo apenas pueden
pagar el alquiler de su piso a pesar de tanto trabajo; que cuando van al
supermercado ven comidas exóticas, suspiran, pero saben que no pueden
permitírselas.
Mientras que para otros seres
humanos (no hablo de Polina que no la conozco) su única preocupación es cómo
llenar con diversión el día y cómo gastar 20 000 euros al mes, pues incluso gastando
esa cantidad, mes tras mes, su fortuna sigue creciendo.
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Es cierto que hay una guerra y ahora
eso es la prioridad, pero la sociedad entera debe ser reformada. La reforma no
puede ser realizada desde el odio, tampoco puede consistir en destruir la maquinaria
generadora de riqueza.
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Ayer cené con unos amigos. Por primera
vez probé un erizo. Aclaro, un erizo de mar. Por favor, la imagen del padre
Fortea devorando un erizo (de tierra) crudo me parece surrealista.
La primera sorpresa fue que el erizo
por dentro estaba casi vacío. Ahora he mirado fotos de erizos por dentro y hay
más carne. Mi erizo estaba prácticamente vacío. Tal vez había pasado mucho
tiempo desde que lo recogieron en el mar. La segunda sorpresa fue que el sabor no era nada especial. Pero
no tengo claro si lo que he probado tal vez era un producto congelado que ya no
sabía a nada especial.
Lo que sí que veo es que hay granjas
de pollo, pero no de erizos. Al final el pollo y la ternera son los reyes y no
por casualidad.