sábado, abril 30, 2022

Descanse en paz

 

He visto la foto del cuerpo presente del cardenal Amigo. Me ha impresionado la faz exánime del purpurado. Él que siempre tuvo tan buen color. Él que fue un ejemplo de elegancia.

Qué diferente es hablar de Dios, pensar acerca de Él, hacer teología, frente a entrar en el Misterio. Si por la gracia de Dios nos salvamos, la sorpresa que nos llevaremos al penetrar en la Presencia. Una cosa son los conceptos, los artículos de fe, la teología, la filosofía, y otra muy distinta la realidad de la Santísima Trinidad.

Cardenales, monjes, budistas, santos y pecadores, todos serán sorprendidos. Será un choque. El impacto de la realidad. Todo quedará claro entonces, todo quedará respondido. La respuesta será lo que veremos.

Es interesante que soy un yo, y Dios es otro yo, aunque en su caso hablemos de un “Yo”. Pero la mayúscula no nos debe despistar, está totalmente justificada; pero, al fin y al cabo, es un “yo”.

Él y mi persona somos dos yoes. Por muy poca cosa que sea mi persona, por poquísima cosa que sea, soy un yo. Por grandioso que sea el Ser Infinito, es un yo. Toda mi poquedad y miseria no me quita el que ahora mi persona sea un yo. Toda su grandeza puede ser infinita, pero es un yo. Lo repito: somos dos yoes.

Esto no peca de falta de respeto, porque es Dios mismo el primero en tomárselo en serio. Si alguien se toma en serio el “yo” que no es Él, es precisamente Dios. El Yo que es el Altísimo jamás anula al yo de la criatura.

Impresionante, con todo lo grande (ontológicamente) que es Él, es un Yo. Y con todo lo pequeño que soy, soy un yo, auténtica y verdaderamente. Y Dios nos asegura en su Palabra que mi yo seguirá existiendo siglo tras siglo, para siempre. El Yo divino no suprimirá mi existencia siendo yo.