Por acabar el tema de ayer, si se
hiciera lo que propuse habría que distinguir entre el Anillo del Pescador
que sería el anillo propio de cada papa con su inscripción, y el Anillo
Petrino que sería el que se le colocaría en el dedo en la ceremonia de
inauguración del pontificado.
El Anillo Petrino pasaría de un
papa a otro. Yo lo haría de la hechura que muestro en las fotos de hoy. Para
que no hubiera problema con el tamaño, lo mejor sería hacer un anillo un poco
más holgado y colocar en la parte interior del aro un adaptador de metal que
ciñera el dedo.
Si se acordara crear un anillo que
mostrase esa continuidad, para evitar que ese anillo sea visto como un
objeto “frío”, el papa podría pedir a los cardenales que crearan una comisión
con las diez personas vivas que consideren que son las más santas. Esa lista
sería secreta, pero se les pediría a esos individuos y que lo llevaran colgado
de su pecho durante un mes, pidiendo a Dios que “ayude al que llevará este
anillo” y que bendijeran ese anillo sin son del clero. Creo en el poder de los
sacramentales. Las reliquias expanden santidad y acción por que son parte del
cuerpo de alguien que fue santo mientras vivió sobre la tierra. Luego un santo
puede santificar con su contacto y oración un objeto, aunque todavía esté vivo.
Esas diez personas serían del clero,
religiosos y laicos, de ambos sexos. Imaginemos un anillo que han llevado
colgado de su pecho la Madre Teresa de Calcuta, el Padre Pío, el padre Emiliano
Tardiff, monseñor José María García de la Higuera. También hay personas casadas
santas, pero es más difícil que sean conocidas por su santidad en vida, fuera
de su ambiente inmediato. Esa lista se formaría buscando la santidad, sin
fijarse si hay muchos religiosos, o mucho clero, o muchos de un solo país.
Aunque reconozco que quizá sea más sencillo, más pacífico, que el anillo pasara
tres semanas en cada una de las 23 cartujas del mundo. Y que sean los mismos
cartujos los que decidan cómo bendecir y santificar ese anillo.
Después de que el anillo hubiera
pasado por las manos de estos diez, el papa podría usarlo en las misas de las
siete principales solemnidades del año. De esta manera, el segundo que lo recibiese,
ya tendría un anillo completamente santificado.
Conclusión: Este post puede parecer
un exceso, pero creo en el poder para santificar que tienen los sacerdotes (por
sus bendiciones) y todos los santos (por su oración y contacto físico). Creo en
la eficacia de los sacramentales. Y que sería todo un símbolo un anillo que
expresase la continuidad de los sucesores de Pedro.
Si el anillo se destruyese, se perdiese
o fuera robado, se procedería de nuevo como la primera vez.
Post Data: Me inclino totalmente a favor de las cartujas. Hacer una lista de los diez más santos va a hacer que nos peleemos con violencia física.