Las últimas declaraciones del
ministro ruso de exteriores han sido repugnantes, como siempre. Ha dicho acerca
de una tercera guerra mundial que el peligro es serio, es real. No se puede
subestimar.
Hay mucha diferencia entre decir que
“hay peligro” y decir “hay peligro de que nosotros usemos las armas atómicas”.
Una cosa es que la policía diga hay
peligro de un asesinato, y otra muy distinta que el asesino diga: Veo
posible que cometa el asesinato. Pero no es algo decidido todavía.
¿Pero como el gobierno de una nación
puede hablar de estas cosas con esta
ligereza, con esta frivolidad, con esta insensatez?
¿Cómo me gustaría ver a Putin con unas
esposas en las muñecas y cadenas en los tobillos tener que comparecer ante un
tribunal internacional? Y que le gustara o no, tuviera que asistir al proceso.
Me alegro de que se vaya a cambiar
el marco del Tribunal Penal Internacional (ICC). Hay un nuevo edificio
proyectado. Me alegro, se merecía un marco teatral, al menos para emitir las sentencias.
¡Es la humanidad la que juzga allí! No es ningún país en concreto, no las leyes
de ninguna nación, sino la Justicia en su más alta expresión. Allí no se juzga
un robo o una estafa, sino cosas como el genocidio, la guerra, los delitos de
lesa humanidad.
Delitos imprescriptibles tan inhumanos
que el tribunal actúa con una jurisdicción universal. Desde la creación del
tribunal ningún genocida puede sentirse seguro cuando se retire.