Sermones en vídeo

jueves, mayo 19, 2022

Discusiones sobre la tiara

 

Estas fotos son verdaderos cuadros. Qué equilibro, qué tonalidades, que serenidad. Una lectora anónima escribía ayer, entre otras cosas, lo siguiente:

Todo lo demás que surgió después de los verdaderos apóstoles como tiaras, anillos y chorradas de adornos humanos (...) con el endiosamiento humano para mí son cosas mundanas, vacías, carentes de espiritualidad sana y pura (...). La tiara del Señor fue de espinas y el día que se pongan una ellos entonces diré que por fin tomaron ejemplo de mi Señor.

Pablo Cuenca con paciencia (porque los versículos no se buscan solos, hay que emplear tiempo) le respondió con este pasaje referido a Cristo al final de los tiempos:

Y seguí viendo. Había una nube blanca, y sobre la nube sentado uno como Hijo de hombre, que llevaba en la cabeza una CORONA DE ORO y en la mano una hoz afilada (Apocalipsis 14).

Si esto hubiera sido un combate de boxeo, habría que haber llamado a una ambulancia para que se llevara de urgencia al contrincante noqueado en la lona del ring. Lo digo en serio, nunca he visto un derechazo como este.

También le agradecemos al mismo comentarista el esfuerzo por darnos a todos los textos de la homilía de Juan Pablo II sobre la tiara.

Ahora no recuerdo si fue el mismo comentarista u otro el que adjuntó el versículo sobre las coronas de oro de los 24 ancianos del Apocalipsis. Además, el tema de un ornamento supremo sobre la cabeza del sumo sacerdote es algo que estuvo mandado en el Levítico para aquella época. Tiene su lógica que el rango que es cúspide del sacerdocio tenga un ornamento que exprese su peculiar función.

Aquí nos encontramos una vez con la confrontación de una visión minimalista de la liturgia o con una forma esplendorosa de entender la adoración a Dios. Desde un punto de vista protestante no hay ninguna duda cuál es su postura. Yo, sin ningún complejo, abogo por el fasto, la pompa y el “exceso”. El amor lleva a excesos.

Hay una visión radicalmente distinta entre un grupo de baptistas reunidos con sus biblias a cantar un rato, y la visión de un Vaticano como centro del Reino de Dios en la tierra.

Resulta radicalmente distinta la visión de un pastor metodista que predica y canta, a la contemplación de un sumo pontífice sucesor de Pedro, investido de poderes transmitidos sin interrupción, poseedor de una autoridad entregada por Cristo y Vicario de Cristo en la tierra.

No hago nada malo en elogiar todo lo bueno de los protestantes, pero, claro... esto es otra cosa.

Que expresemos lo espiritual con lo material es lo más natural del mundo. Dios nos enseña a hacerlo en la Biblia. Lo enseña y lo manda.

Los ornamentos sagrados del sumo pontífice para las liturgias más fastuosas son solo un elemento de la Iglesia, pero no es cualquier elemento. La Reina de Saba quedó fascinada ante el culto del Templo. Y expresamente menciona entre esas cosas fascinantes las vestiduras que llevaban. Los sucesores de los fariseos se escandalizan cuando ahora alguien echa un poco de perfume de nardo a los pies de Jesús.

Si por “Iglesia pobre” se refieren a que el clero tenga sueldos moderados, regulares y hasta escasos, no tienen de qué preocuparse. Menos en Alemania y algunos países similares, eso es así en todas partes. Persiguen un ideal que no saben que YA es así. 

Confío en que conozcan las demás realidades eclesiales y teológicas mejor que ese aspecto imaginado. Ay, cuántas películas en la cabeza de la gente. Cuando alguien me habla de que hay que conseguir una “Iglesia pobre”, yo le contesto: “¿Pero de qué me hablas? ¿De El nombre de la rosa?".