Cuando he descrito
proyectos como el de Monclovia en uno de mis libros, puede parecer que he
perdido el contacto con la realidad, que proyectos tan grandes son pura megalomanía
irreal. Pero, a veces, se nos escapan las dimensiones que tienen ciertos actos
que ocurren en países de dimensión media. Por ejemplo, para la cumbre de la
OTAN que tendrá lugar en Madrid, se espera la asistencia de 2000 participantes.
No sé cuántos agentes serán desplazados a Madrid, pero se activará en el
operativo a 6550 agentes de la Policía Nacional y a 2400 guardias
civiles. Estas cifras no cuentan otros cuerpos que intervendrán, pero que son
de la ciudad, como la policía municipal. Cubriendo el evento se estima que
habrá 2000 periodistas.
A esto hay que añadir
hoteles y restaurantes. Madrid recibía, antes de la pandemia, más de siete
millones de turistas extranjeros al año.
Sin duda, las capitales
de algunas naciones sí que podrían emprender grandes proyectos de complejos
para edificios institucionales que sean llevados a cabo a largo plazo por ser
muy ambiciosos. El Taj Majal fue un proyecto ambicioso, el Edificio del Parlamento
del Reino Unido; incluso el Capitolio de Washington es un edificio, realmente, magno.
Brasilia lo fue, pero no creo que saliera del todo bien. El Castillo Frontenac
en Quebec es otro ejemplo de proyecto arquitectónico ambicioso.
Madrid necesita un edificio-símbolo,
su Torre Eiffel, su Big Ben, su Coliseo, su Empire State Building.
Barcelona tiene el suyo,
la Sagrada Familia. Sevilla, Bilbao, Santiago de Compostela tienen sus
edificios icónicos.
Madrid tenía suficiente
peso para haber emprendido alguna gran obra. Ahora no, desde luego. Vamos camino
de una profunda recesión. Ahora no es el momento de meterse en más gastos.
Yo animaría a las
naciones hermanas de Hispanoamérica a emprender proyectos de este tipo.
Cualquier capital de ese continente está llamada a ser un centro turístico. Además,
les animo a que sea un proyecto estéticamente propio, anclado en la historia
del lugar, no una imitación de algo europeo.
Cada capital de América
debería tener un edificio del que sentirse orgullosos sus ciudadanos. Algunas capitales,
desde luego, ya cuentan con hermosos edificios o monumentos. Aunque quizá
habría que ir más allá, es decir, hacer algo mejor todavía. Claro que la
recesión va a ser mundial y ahora no es, precisamente, el momento.
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Ay, he escrito lo primero que se me ha ocurrido y quizá hubiera sido mejor contar algo sobre los ángeles o sobre el calor que paso o sobre que he comido. A veces me pongo un poco pesadito con mi pasión por la arquitectura. Hago propósito de no volver a caer en ello en mucho tiempo.