Sermones en vídeo

jueves, junio 09, 2022

Los achaques de la edad

 

La foto es ganadora de un premio Sony de 2018. Estoy muchísimo mejor de mi hernia discal. No sabéis lo duro que fue levantarme por la noche para ir al aseo y darme cuenta de que no era cuestión de aguantar el dolor, sino de estar al borde de la imposibilidad absoluta de andar. 

No importaba lo lento que anduviese ni que me agarrara a los marcos de las puertas y descansase. No importa que hiciera descansos. Era la posición erguida la que presionaba el nervio de un modo tan espantoso que en algún momento pensé que iba a perder el conocimiento.

Por la noche apenas dormí. Al día siguiente casi no pude trabajar en el ordenador, menos mal que no tenía hospital. Con ese dolor no podía ni descansar viendo la televisión.

Ahora ya no lo necesito, pero un conocido me ofreció venir a mi casa e inyectarme un antiinflamatorio en la espalda. De haberlo sabido, se lo hubiera pedido.

Qué suerte tengo de estar en esta época. Cuando pienso si hubiera sufrido esto hace siglos, cuando lo único que podía hacer la medicina era constatar el hecho, no quiero ni imaginarlo.

Este último episodio me produce una cierta inseguridad, porque esta vez no levanté ningún peso ni hice ningún esfuerzo. Fue un movimiento ladeado de lo más normal, sin brusquedades. Kennedy tenía el mismo problema. Alguna vez el servicio lo encontró tumbado en el suelo tratando de mitigar el dolor.

He dudado si ponerlo, porque es un poema muy duro, que parece sin esperanza, parece el lamento propio de un pagano. Pero es un poema bellísimo. Es de Gloria Fuertes y se titula: ¡Hospital-Asilo de ancianos pobres!:

Viven mucho.

Algunos no tienen nada más que años…

Allí están solos y aún vivos, solamente esperando.

Viven mucho.

Valen tan poco que ni la muerte los quiere.

Desde el Evangelio este lamento se ilumina con esperanza.