sábado, julio 23, 2022

¿De dónde partió el asunto?

 

¿De dónde salió el que el Opus Dei fuera una prelatura? ¿Un buen día Juan Pablo II le sorprendió a don Álvaro comunicándole que le haría obispo?

—¡Santidad, pero qué sorpresa! Ni se me había pasado por la cabeza. No sé qué decir…

Voy a responder a estas preguntas formuladas desde el conocimiento y no desde la imaginación. Voy a responder desde el profundo amor al Opus Dei, no desde la malquerencia.

El Opus Dei pasó buena parte de su historia siendo una asociación, concretamente desde 1928 hasta 1982. Aunque el marco jurídico, al final de esa época, fue el de instituto secular. Una mera cuestión de palabras, ya que su organización y vida fue exactamente la misma desde que alcanzó su desarrollo supradiocesano.

Podemos buscar minucias para ver en qué cambió su status desde que comenzó como pía unión hasta ser instituto secular, pero son minucias. El único cambio al final de esa época fue que la aprobación de su existencia era de la Santa Sede y, por tanto, su supervivencia ya no dependía de la voluntad de un obispo o de un grupo de varios obispos. La capacidad de incardinar clérigos y su dependencia de Roma eran el final del camino. Ya no se les podía dar más por parte de la máxima autoridad eclesiástica.

Es cierto que al comienzo de su caminar hubieran tenido que someterse a las directrices del arzobispo que les había aprobado. Hubiera podido intervenir mucho en la organización, gobierno y espiritualidad. Pero una vez que se extendieron a varias diócesis esa posibilidad se alejó. Con la aprobación romana como instituto secular, tal capacidad de intromisión ya se conjuró del todo. Y eso era un bien, sin ninguna duda. El Opus Dei debía mantener su espiritualidad propia. Conseguir su independencia (sometidos a la Santa Sede) fue un bien. De otra manera se podría haber diluido el espíritu de la Obra según el parecer de los distintos obispos que podían haber impuesto su propia visión de las cosas.

Ahora bien, hubo un grupo de sacerdotes del Opus Dei (que habían estudiado Derecho Canónico) que dieron su entusiasta parecer de que el Opus Dei no era un instituto secular más. Eran de la firme opinión de que había que otorgarle un status superior.

No tengo la menor duda de que convencieron de ello al fundador del Opus Dei, y esa pasó a ser la “postura oficial” en la cúpula. Tampoco dudo de que el fundador (al que considero un santo) no necesitó de mucho esfuerzo para ser convencido: amaba a su “familia” y quería lo mejor para ella.

En ese ambiente se creó un influjo recíproco: ellos lo animaron y él los espoleó a ello. En mi opinión el impulso inicial para propugnar ese cambio jurídico partió del fundador. Pero partió de san José María como un deseo canónicamente informe y fueron esos sacerdotes del Opus Dei los que optaron por darle forma en el molde de algo que denominaron “prelatura”.

Cuando se plantea esta cuestión ya en serio ante el papa, el Opus Dei había crecido increíblemente. Había crecido tanto gracias a la bendición de Dios, de eso no tengo la menor duda: fue y es una institución bendecida del cielo. Y llegó un momento (en esa fase de madurez y prestigio) en que vieron que había llegado la hora y abogaron por ello directamente ante Juan Pablo II.

La erección en prelatura no fue algo que partió de la curia romana, sino de la petición insistente ante Juan Pablo II durante cuatro años. No he leído los informes, pero estoy seguro de que ningún informe canónico fue favorable a crear algo que se iba a asemejar demasiado a una diócesis. Y es que el mismo término de “prelatura” recordaba demasiado a los vicariatos apostólicos y a las diócesis personales. El llamarlo de la misma manera es algo mucho más que un “recuerdo”. Ya si encima se le nombraba obispo al superior, se cerraba el círculo, la semejanza era perfecta.

¿Un buen día se levantó Juan Pablo II y sorprendió a todos comunicando que se le había ocurrido nombrar obispo al superior de un instituto secular? Evidentemente, no. La idea no solo fue mencionada en sus oídos, sino que se le repitió.

Vamos a decirlo claramente, la sugerencia, la conveniencia, la importancia de nombrar obispo al superior partió de la cúpula del Opus Dei. Se hizo con la mejor voluntad, se hizo con la idea de reforzar más la autonomía de la Obra, de defender mejor su carisma al elevar el status de la institución. Pero no nos engañemos, partió de la Obra la idea.

Pero entonces y ahora, la opinión de todos los canonistas que no eran del Opus Dei era unánime: un parecer no favorable.

Solo el merecido prestigio del Opus Dei y el buen hacer de sus prelados han logrado mantener durante 26 años esa situación de episcopalidad. Hasta que, al final, el ser natural de las realidades eclesiales se ha impuesto.

Esto no debe ser visto como una derrota por los miembros del Opus Dei, o que se los hace de menos, o que no se los quiere tanto. Simplemente es volver a los orígenes.

¿Peligra el mismo status de prelatura? Vamos a ver, nada añade el ser prelatura frente a ser instituto secular. Así que no hay ningún problema en mantener la palabra, y nada pasaría si se perdiera esa palabra para regirse por las reglas comunes a los demás institutos. Es una mera palabra, pero su contenido es el mismo. Su independencia está asegurada en ambos casos. Su capacidad para resistir interferencias abusivas está asegurada por el Derecho Canónico. ¿Qué puede hacer el Opus Dei como prelatura que no pueda hacer como instituto secular? Lo repito, también los institutos seculares incardinan clérigos. También esos clérigos dependen del superior del instituto a efectos de obediencia y jurisdicción.

Podemos buscar moldes jurídicos únicos, irrepetibles, para Comunión y Liberación, para el Camino Neocatecumenal, para los focolares, para la Fraternidad de San Pedro, para la Renovación Carismática, pero, en realidad, no hay nada intermedio entre el estatuto jurídico de un fenómeno asociativo (aunque tenga sacerdotes) y el estatuto jurídico de una diócesis. No hay nada intermedio, solo palabras y minucias.

Y peor todavía si se creara algo en todo semejante a una diócesis personal, para añadir después que no es una diócesis.

—Ya, pero es que parece una diócesis personal.

—No, no, lo parece porque es una prelatura (respuesta de un sacerdote de la prelatura)

Ah, bueno, entonces todo está claro (ironía).

Tengo la MEJOR opinión sobre los prelados que ha tenido la Obra, la mejor. Pero el "molde" no ha hecho más que ser una fuente de problemas. Considero que en los años 70 se tomó una decisión en la cúpula que, con el paso de los años, claramente se ha visto que fue un error. 

Una postura que podría resumirse en "parece un obispo, porta báculo como un obispo, lleva mitra como un obispo, pero no es un obispo". Y otro tanto se puede decir respecto al molde general. ¿No es un poco sospechoso que no haya habido más prelaturas de este tipo? ¿Que pasa, que la espiritualidad del Opus Dei es única e irrepetible?

No, lo que pasa es que la reflexión canónica posterior ha reconocido que este tipo de molde no suponía ninguna aportación práctica verdadera y sí que creaba problemas de tipo teórico.

No tengo la menor duda de que el Opus Dei encajará la nueva situación con el espíritu que le caracteriza de obediencia y humildad. Este post es una reflexión libre, sincera, que dará información a los miembros del Opus Dei, pero estoy seguro de cómo va a reaccionar la Obra. Y digo que "da información" porque las explicaciones oficiales siempre son más sosas e insulsas. Por eso he escrito sabiendo que mis lectores serán los del Opus Dei.

Y para ellos concluyo: "Todo sigue igual. Lo otro son cosas accidentales".