sábado, julio 16, 2022

Sábado

 

Hoy he quedado a almorzar con un antiguo compañero de Derecho Canónico del curso 2001-2002. Ha corrido mucha agua bajo el puente desde entonces. Después de la comida hemos ido a pasear al claustro del Museo Arqueológico. Un lugar inmejorable para una larga caminata. Fuera hacía un sol implacable, pero dentro del claustro cerrado se estaba fresco. Me imaginaba lo que debió ser ese gran claustro lleno de monjas.

Un amigo de Barcelona me ha dicho que ha comprado mi novela y me ha enviado una foto. Le he preguntado si el par de zapatos que aparecen junto al libro venían de regalo. A este amigo y a su mejor amiga les tengo inmenso cariño. ¿Les gustará esta obra? Les tengo cariño, su opinión me importa.

Mientras escribo estas líneas escucho la banda sonora de Sleepy Hollow. Una música formidable, magistral.

https://www.youtube.com/watch?v=nPQnRXdgPV4&list=PLCC9CFC7C6FA75A33&index=2

Cuando hace veinte años compré el CD, no me imaginaba que durante mi vida todas las músicas estarían disponibles en mi casa con solo tocar unos botones y mover el cursor. Y algo tan sorprendente ha sucedido en el plazo de mi vida. La vida nos puede sorprender. Aunque las sorpresas buenas no las valoramos mucho.

Me acuerdo que quedé para ver esta película con un sacerdote de mi diócesis: no me gustó. La película me defraudó. Me pareció que la historia que contaba era muy simplona. Qué equivocado estaba, ahora pienso que el guion es impresionantemente profundo. En ese momento dejé de captar infinidad de detalles de la historia. ¿Cuántas cosas, en el presente, dejaré de captar sin darme cuenta?