Estos días mucho se está
hablando de las medidas del gobierno para luchar contra el gasto energético. De forma general, estoy de acuerdo con ellas. No
tiene sentido que haya que poner más baja la temperatura del aire acondicionado
en todas las oficinas para que los empleados puedan vestir con americana y
corbata. Eso nunca tuvo ningún sentido, con crisis energética o sin ella. En
todas las oficinas hay que promover una moda de
invierno y otra de verano, pudiendo (en cuanto haya que poner el aire acondicionado)
ir en mangas de camisa, con manga corta y sin corbata. Ya sé que ya existe una
moda de verano, pero estoy a favor de extremar más las cosas en las oficinas.
No soy favorable a imponer nada, pero sí a promover
esto con todo el poder del aparato mediático del Estado. Tampoco soy contrario
a que esa moda incluya los pantalones cortos, sea dicho de paso. Los expertos
en moda estarían encantados en crear tendencias
elegantes, y la población apoyaría mayoritariamente
una medida tan racional. Pero prefiero que se promueva el entusiasmo de la población en esa dirección. Si
algo nos enseña la vida es que imponer suele provocar el efecto contrario, al
menos, en una parte notable de los ciudadanos.
Las puertas siempre
abiertas de los comercios, de las que sale un chorro de aíre frío, siempre,
siempre, me pareció otra irracionalidad. Aunque siempre me ha gustado el olor a
canela que sale por las puertas de algunas pastelerías.
Tampoco me ha gustado el
que los ayuntamientos pongan fuentes de espantoso gusto artístico, pero en las
que el agua siempre está corriendo. Si una fuente fuera muy bonita, aún se
podría justificar, pero muchas fuentes son tan feas que da lo mismo que corra
agua o no.
Hago una añadidura, si
una superiora de una comunidad monástica me comunicara que van a colocar aire acondicionado
porque no soportan el calor con sus hábitos pesados, cerrados, recios, le diría
que creen hábitos de verano. Estos últimos pueden reducirse a una túnica y un
velo ligerísimo. No conozco ningún caso, que conste; ha sido un caso hipotético.
Pero mejor un modo ligero de vestir, que no añadir más gasto energético por
llevar vestiduras invernales. Ojo, no digo que vayan sin hábito. Dígase
lo mismo para los sacerdotes con sotana.
En lugares tan
abrasadores como España o Italia, sería favorable a a la permisión de la sotana
blanca. Incluso sería favorable a que el corte tradicional de la sotana, tan
ceñida, se pudiera sustituir por un hábito talar amplio, con capucha, para no tener
que llevar alzacuellos, que siempre da calor.
Puedo asegurar, porque lo
he probado, que la diferencia entre una sotana de corte tradicional, negra, y
un hábito talar amplio y de algodón 100% es de una diferencia radical. La primera
da calor sea como sea el material y corte, el segundo hábito del que hablo es
como no llevar nada encima de la camisa y del pantalón.