La foto no es del hospital donde yo trabajo. He querido aclararlo. ♣
Después de mi almuerzo,
tenía encendida la televisión y emitían la película John Q, acerca de un
padre que hace un secuestro en el hospital para forzar que pongan a su hijo en
una lista de trasplantes cardiacos. No he visto entera la película, solo unos
minutos.
La primera cosa que me ha
llamado la atención es que cuando trabajas en un hospital, la historia te toca
mucho más el corazón que cuando era párroco en una iglesia. De algún modo todo
ese ambiente pasa a ser más cercano, más próximo. También hay detalles que no
son creíbles por el hecho de trabajar en ese ambiente. Por ejemplo, en cuanto
dijo el número de trasplantes de corazón que hacía ese hospital al año, al
instante te das cuenta de que había una discordancia entre el tamaño de su sala
de urgencias y un número tan alto de intervenciones de ese tipo. La entrada a
urgencias tampoco tenía sentido. Ni en los años 60 eran así. Los detalles no
verosímiles se acumulaban, aparecían al instante, sin pensar en ellos.
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Algo de lo que puedo dar
fe es que, con contadísimas excepciones, el modo en que los familiares afrontan
la muerte de un ser querido es muy digno. En las películas, existe la tendencia
a “crear escenas”. En la realidad, tanto el mismo paciente como sus seres
queridos actúan con gran dignidad. Sufren, lloran, pero con entereza.